viernes, 23 de septiembre de 2016

Mejor reír para no llorar.



Esta semana ha sido agotadora, no solo  por actividades laborales  si no en actividades del día a día en las actividades de la casa.

Uno de los días de esta semana dormí en el hospital por estar en Cuidados Intensivos de Neonatología, luego en la mañana fui a mi consulta pediátrica, comí algo rápido al terminar y llegue a una cita para que me dieran los resultados de unos exámenes de dos de mis hijos. Al llegar a casa recordé que mi hermana cumplía años así que como nos había invitado a cantar cumpleaños fui para su casa. Al llegar a mi casa prácticamente me dormí en el aire camino a mi almohada. El día siguiente comenzó muy temprano, tuve oportunidad de realizar unas diligencias en la mañana para un evento de mi hijo menor para el cual había solicitado unos dulcecitos en un lugar cerca de mi casa, por suerte me pude estacionar justo frente al establecimiento porque estaba lloviendo.  La chica que me atendió me dijo que regresara en un ratito o que esperara el pedido, por lo cual aproveché el tiempo y fui al banco que quedaba a una cuadra de donde me encontraba y media hora después estaba de vuelta en el lugar retirando mi pedido. Olía delicioso, salí muy feliz con mis cajitas en mano y me dirigí a mi auto para colocarlas en el baúl, abrí la puerta del maletero y de repente veo un cochecito y una cosas que no eran mías. ¡Caramba! pensé,  por no escribir un francés desfigurado, de repente en fracciones de segundos veo una cabecita en el asiento del conductor de "mi carro" que me mira y es cuando capto que NO era mi auto. ¡Trágame tierra!  Cerré rápidamente la cajuela y me dirigí a la conductora para pedirle mil disculpas, que qué pena que mi carro era igualito, aunque creo que éste estaba más limpio.  La chica me decía que  no me preocupara que a ella le había pasaba lo mismo.  Con mucha pena y con un ataque de risa nerviosa busque visualmente mi carro y lo localicé casi a 15 espacios de distancia, obvio que no registré el instante en que ya no tenía el estacionamiento de enfrente porque había ido al banco. Subí a mi auto y seguí mi camino.

La verdad es que si me pongo a pensar, varias veces me pasan estos eventos desafortunados para mi por la vergüenza que me embarga, pero si lo veo desde el punto de vista de mi funcionamiento cerebral, mi mente anda ocupada en hijos, pacientes, casa y miles de cosas mas a la vez, por lo que probablemente la locación de mi vehículo no fue prioridad en algún rincón de mi cerebro. Según mi esposito soy despistada para lo que quiero, pero también me ha pasado que trato de abrir el carro y no abre la puesta pues resulta que no es el mío.

Sinceramente dudo que sea la única mamá o profesional del mundo a la cual le pasen cosas parecidas, lo peor es que se que no va a cambiar porque seguiré siendo igualita o peor. Trataré de mejorar pero no prometo nada, me esmeraré en ir al supermercado y traer los víveres por los cual fui, pero si se me queda la lista va a ser por gusto, a veces ni se donde metí la lista y tengo que andar llamando a la casa para que me escriban la lista de vuelta y me manden una foto por el teléfono. Ya les avisaré cuando me pase otro de los eventos adversos, mejor reír para no llorar.

GN

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