viernes, 15 de junio de 2018

Mi odisea de los últimos meses-parte 2

Cuando salimos de la reunión con la maestra de maternal de mi tercer hijo, la que nos terminó de abrir los ojos y nos aclaró que no estaba listo para ir a la escuela de niños grandes, me costaba mantener las idea claras en mi cabeza, sentía la necesidad de arreglar un problema en un día que no podía arreglar tan rápido. Justo ese día, saliendo de ese encuentro, tenía otra reunión con dos buenos amigos colegas del área de las ciencias y de atención de niños, yo no podía parar de llorar y no sabía por qué no paraban de salir lágrimas. Ahora se que es por el cuento que uno se hace en la mente, en mi cabeza estaba la idea de un niño que tenía un trastorno de procesamiento sensorial con retraso en el lenguaje, que "tenía" que ir a la escuela para que no se atrasara su vida escolar, porque si se atrasaba no iba a ser lo mismo, porque si no iba a la escuela los planes que yo había hecho no se cumplirían, si no se cumplen era porque no había podido solucionar el problema en cuestión y había fracasado como mamá. Esa era la historia ficticia, la real era un niño de 4 años con retaso del lenguaje y una maestra que decía que el  niño no estaba listo para ir a la escuela. Me gusta mas la historia real.

Desde ese mismo día quitamos todo tipo de pantallas, tabletas, televisión, vídeos, teléfonos celulares de su vida, por supuesto que hubo una reacción en él igual a los que hace la gente adicta, las pataletas aumentaron, el comportamiento era malísimo hasta que poco a poco, casi en 2.5-3 semanas, el niño estaba tranquilo, no necesitaba ningún tipo de pantalla para pasar el rato, impresionantemente empezó a hablar más, las pataletas disminuyeron, como si renaciera un nuevo niño en él, el niño real que estaba escondido. La mejor decisión, fueron dos semanas difíciles pero con gratificantes resultados positivos.

Como toda mamá que quiere arreglar los problemas de sus hijos y que quería encontrar resultados más rápidos, pedí cita en un centro de terapias que son intensivas por varias semanas, para que lo evaluaran y me dieran más recomendaciones. La cita era para finales de enero y estábamos a mediados de diciembre, tocaba esperar, disfrutar las fiestas y las vacaciones escolares hasta el momento de la evaluación.  El pequeño tenía habilidades conductuales y motoras de un niño de mas o menos dos años y tanto, la parte cognitiva bastante adecuada para su edad, las terapias empezarían a mediados de mayo y la escuela iniciaba en marzo.

Mi guapo empezó la escuela de niños grandes muy feliz, la mamá era la que estaba angustiada sobre lo que iba a pasar, creo que esperaba que todos los días me llamaran de la escuela, pero esas llamadas nunca llegaron, el lenguaje iba mejorando poco a poco y sus rutinas no se modificaban mucho, como ya hablaba más estaba más comunicativo y las mordidas casi desaparecieron por completo, tocaba esperar el inicio de las terapias intensivas, mientras tanto seguía las suyas habituales con las maravillosas terapeutas que tiene. 

Estábamos felices de verlo en su uniforme de escuela y se iba en el bus escolar con los hermanos.  Los reportes quincenales que manda la escuela no se hicieron esperar, las recomendaciones eran parecidas siempre: que  es un niño cariñoso pero le cuesta esperar su turno, que aprende muy rápido pero no deja que le quiten los juguetes, que tiene amigos pero no comparte y así...en ninguna notita había carencia de recomendaciones sobre lo que le faltaba...

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