Antes
que existieran los telefonía móvil, los teléfonos inteligentes y las redes
sociales a los pediatras les mandaban mensaje por localizador (beeper), ya
fuera que tuvieran que ir a urgencias, llamar a un paciente para consulta, ir a
un parto y así. Los beepers alcanzaron su máxima popularidad durante
los años ochenta y noventa. Fueron inventados por la compañía Multitone
Electronics en el año 1956 para
el Hospital de St. Thomas de Londres con la función de alertar a los doctores
de los servicios de urgencia.
Yo tuve beeper, lo detestaba cuando tenía que
hacer turnos en las residencias de mis especialidades. El bendito sonido lo
cambiaba a menudo porque le agarraba rabia de tanto que sonaba. A veces
entraban entre 4 a 5 mensajes a la vez y no sabías cuál contestar primero.
Cuando no sonaba lo revisaba porque pensaba que se le había acabado la batería
o se había apagado. Era como un mal necesario. Cuando empecé a hacer práctica
privada lo usé por un tiempo, pero los pacientes empezaron a llamar por el
teléfono celular y qué les digo cuando aparecieron las redes sociales. Los
mensajes por chat de SMS luego por el BlackBerry y ahora el WhatsApp que llegó para
quedarse y nunca más irse, o por lo menos eso creo yo.
Los mensajes de textos resuelven muchas cosas,
no lo niego ni por un segundo. Pero indudablemente nunca reemplazará una
consulta médica y ver al paciente en carne y hueso, tocar una panza no se puede
hacer a través de una pantallita, palpar un brote en la piel tampoco. Las fotos
de “pupis”, vómitos, genitales son lastimosamente las que más mandan los
pacientes y muchas veces una descripción escrita es suficiente. Las notas de
voz de respiraciones, de tos, de llantos inconsolables también están a la orden
del día. Vuelvo y repito que muchas veces ayudan, pero no es lo mismo que ver y
escuchar en vivo. En muchos países los pacientes no tienen accesos a los
médicos a través de estos dispositivos, son pocos los países y una pequeña
porción de la ciudadanía parece ser la privilegiada con este menester.
A veces es muy difícil saber qué está pensando
el paciente a través de un chat o texto. Mandan un reporte de lo que le pasa al
niño sin preguntar nada y uno de este lado pensando ¿cuál es la pregunta? Para
urgencias es mejor llamar al médico o acudir al cuarto de urgencias, créanme
que la mayoría de las personas estamos dormidos a las 3 de la mañana y un
mensaje de texto no lo vamos a ver a esa hora.
Tenemos que educarnos en esta tecnología, se
debe utilizar para lo justo y necesario, el abuso trae inconformidades de parte
de la persona que contesta. Este tema lo he escuchado en cientos de
conversaciones con colegas médicos, no solo pediatras. Un amigo cirujano
proctólogo me dijo una vez, “te imaginas las fotos que me mandan a mí” y la
ginecóloga que estaba ahí se hecho a reír y dijo” me imagino que lo mismo que a
mí y añade las fotos del color de los
flujos vaginales y otras partes más del cuerpo”. Oops, creo que en cuestión de fotos ellos
están peor que los pediatras.
En serio, yo trato de contestar todos los
mensajes de texto que me mandan, resolver lo que se puede en cuanto a dudas,
pero no se puede reemplazar un consultorio con un mensaje de texto o una nota
de voz, puede ser hasta peligroso. Todo tiene un límite.
Saluditos,
GN