jueves, 31 de julio de 2014

A veces me hago la loca…

Estaba leyendo un blog de una Pediatra española sobre los pacientes que le mienten a los Pediatras, y la verdad debe ser que todos los Pediatras pasamos por ello y pocos lo comentamos.



Infinidad de veces le preguntas a los padres sobre algún tema en particular y te responden con un simple sí, no o sencillamente evaden la respuesta, si insistes entonces te dicen algo que no está muy claro o un cuento que no es real.



Nunca he entendido por qué lo hacen. Creo que como mencionaba la Pediatra en su blog, la causa probable es por miedo a ser juzgados por “parecer” ser malos padres”, o porque saben que lo que hicieron no estaba del todo bien.  Siempre he dicho que los padres crían a sus hijos como quieren y que por más consejos que uno como profesional de la salud les pueda dar, ellos decidirán si lo hacen o no.  Cada padre es libre de escoger cómo educar, alimentar, vestir y elegir quién quiere ver a sus hijos.  Otra tema en que los padres mienten al Pediatra es ocultar que han ido a visitar a otro especialista para una segunda opinión, pero eso es libertad de cada progenitor, y ningún profesional de la salud se debe molestar por eso y menos si están regresando a la consulta para que lo sigan atendiendo.



Lo ideal es que uno le de los parámetros a los padres de qué se puede y qué no se recomienda hacer y que los padres decidan qué hacer son su o sus hijos.



La clásica es pescar las mentirillas en cuanto a la alimentación, sobre todo si van ambos padres.  Por ejemplo, le dije  una vez a una mamá: no se recomienda leche entera hasta el año de vida, la madre respondió: no se preocupe que así será y el padre por otro lado decía: pero doctora, si ya comió hasta queso feta y chocolate a los 9 meses. 



La otra común es: ¿duerme sólo? ¿duerme toda la noche?, un padre dice que  sí y otro dice que lo pasan todas las noches a su cama cuando despierta en la noche, porque es inevitable. Por favor, yo también soy mamá y lo más probable es que yo también haya pasado por el mismo panorama. Insisto, no somos quién para juzgar. Pero si algunos papás no nos cuentan las cosas como son, tampoco se puede aconsejar correctamente.





Insisto, a veces los Pediatras no son expertos en crianza y prefieren curar enfermedades o prevenirlas, otros sí lo son, pero independientemente de qué médico vea a tus hijos, debe ser respetuoso, poner los aspectos claros sobre prevención de enfermedades y darle tips a los padres para que la aventura de la maternidad o paternidad sea mejor llevada, queda en cada uno asimilarlo, aceptarlo, negarlo, o simplemente escucharlo. Pero recuerden ,la mayoría de las veces que les mienten a los pediatras, nos damos cuenta aunque nos hagamos los locos.



GN

jueves, 24 de julio de 2014

Mi hijo es brillante…¿y ahora?


Como Pediatra me ha tocado atender varios niños a los cuales yo les llamo brillantes.  Si buscamos la definición de “brillante” encontramos que significa que es aquella persona sobresale en su línea, en sus características o en sus propiedades. Y sí, me he encontrado con muchos niños así. La mayoría de las mamás de estos niños se dan cuenta que sus pequeños tienen éstas características, otras no.
Muchos de estos niños van a la consulta y saben exactamente qué es lo que ocurre, te relatan completamente las historias, se destacan en alguna actividad escolar, pero por otro lado, lo más frecuente escuchar es: Dra, no se algunas de las respuestas a las preguntas que  me hace mi hijo, no se cómo actuar en tal o cual situación, a veces prefiero cambiar el tema porque no se cómo controlar la conversación, en fin son situaciones parecidas a las que tenemos todos los padres con nuestros hijos pero elevadas a alguna que otra potencia.
A varios niños he tenido que solicitarles exámenes que incluyen el coeficiente intelectual para saber por donde los padres tienen que ir tomando rumbo en cuanto a las exigencias de los niños, pero recordemos que en edades tempranas, entre 2 hasta los 7 años, los valores obtenidos en el coeficiente intelectual deben ser tomados con extrema precaución y contrastarlos con otros resultados, ya que no tienen un carácter definitivo y diagnóstico como en otras edades.  Las pruebas de inteligencia sólo miden las habilidades tradicionales de la lógica y de habilidad verbal. Hay muchas otras formas de inteligencia que esta prueba no puede medir. Además, debido a que la puntuación se basa en una prueba individual, la salud o el estado de ánimo de tu hijo en el  día de la prueba puede haber tenido un efecto en su puntaje y esta calificación que el niño  recibe es simplemente una estimación de la inteligencia general, no es un veredicto final.

Independientemente que nuestro hijo sea brillante, lo importante es apoyarlo en sus aprendizajes sin sacrificar su adaptación al medio en cuanto a la parte social. La madurez emocional no necesariamente responde a su inteligencia. Necesita tener amigos, jugar y crecer a tono con su edad. Muchas veces sus reacciones van a ser al nivel de su edad y no de su inteligencia.  No se recomienda  ponerles tanta presión. Y cuando nos colmen haciendo preguntas cuyas respuestas no sabemos, tampoco nos pongamos  presión a nosotros mismos. Se les puede sugerir que busquen información por ellos mismos y después la comparta con nosotros.

La prueba de coeficiente intelectual resulta en unos puntajes: 90-110 significa inteligencia promedio, de 110-119 inteligencia superior, de 120-140 inteligencia muy superior.  He tenido pacientes y niños muy allegados con promedios entre 127-130, la verdad es que a los padres se les hace difícil  en algunas ocasiones cómo guiar a estos niños y la mayoría piden ayuda.

Si no los encaminamos bien, pueden no adaptarse. Son niños que necesitan poca ayuda, tienen bastante autonomía y confianza en su capacidad, y un poco de "counselling" afectivo y social no está de mas, (que es la oportunidad de hablar con adultos lo que no pueden hablar con sus compañeros).  Tratemos que desarrollen su potencial, pero no al extremo, ellos deben disfrutar de su aprendizaje pero sobre todo su niñez.  

Para muchas mamás es muy difícil, pero es un placer ver cómo crecen y maduran, emocional e intelectualmente, saber que aprenden a manejar sus capacidades y aptitudes, además de cómo se nos adelantan en varios ámbitos es gratificante.

Algunos padres no sabemos si será ventaja o desventaja, pero debemos aprovechar toda esa creatividad y toda esa cantidad de talento para conseguir un mundo mejor, aunque sea para poder obtener un mejor país.

GN

viernes, 18 de julio de 2014

No se qué era mejor...

Es la 1:07 am del jueves...y mi bebé de 9 meses se despertó llorando desconsolado.  ¿Qué mamá no ha pasado por esto? Me atrevo a decir que si no es el 100%, por lo menos el 99.9%. Entre que trataba de descifrar por qué lloraba el bebé, vino a mi mente la madre de una paciente de menos de dos años que me refirió que su nena luego de un episodio de llanto-pataleta se desvaneció y se puso "morada", luego se fue recuperando y volviendo en sí. ¡La pobre cuando llamó estaba realmente aterrorizada!

Por supuesto que cuando ocurre ésto, la mayoría de las madres o cuidadores entran en pánico porque muchas veces pareciera que el niño convulsiona. Estos episodios se llaman espasmos del sollozo.
El espasmo del sollozo es un tipo de evento súbito no epiléptico que se presenta hasta en el 5-7% de los niños sanos. Inicia generalmente entre los 6 y los 12 meses de vida y en la gran mayoría de los casos desaparecen antes de cumplir los 6 años.

Generalmente para que ocurran estos episodios hay un evento desencadenante, siendo el más común el llanto, aunque puede ser provocado por dolor, sorpresa o frustración al no cumplirle un capricho (en pocas palabras, luego de una pataleta). El niño después de sacar el aire de sus pulmones el detiene la respiración y puede mostrarse rígido y con un leve tono azuloso (cianosis) en los labios y en los dedos, otros pueden exclusivamente mostrarse pálidos.  Después del evento, el niño se observa cansado, sudoroso y suele querer dormir una siesta. Es desesperante para los padres.

El espasmo del sollozo no lo provocan las enfermedades orgánicas del sistema nervioso, tampoco es una manifestación de ninguna enfermedad psiquiátrica ni significa que el niño tiene ningún trauma psícológico. Se relaciona con un reflejo respiratorio infantil primitivo y tiene cierto grado de agregación familiar (uno de cada cuatro niños con espasmo del sollozo tiene un familiar directo que lo padeció en la infancia).

Algo muy importante es: mantener la calma, no sacudir al niño, no meterlo bajo el agua fría. En realidad se pueden prevenir si el niño no hace "berrinches"...o sea, es difícil pero no imposible.

Mientras pensaba en el espasmo del sollozo, mi hijo seguía llorando. No era hambre, no tenía el pañal sucio, no tenía ni frío ni calor, no era fiebre, no tenía cólico ni lo había picado alguna alimaña.  Nunca supe qué le pasó. Entre que estuvo despierto y llorando pasaron 3 h y 10 minutos y luego se durmió plácidamente hasta las 7am.

Igual creo que prefiero eso a que le diera espasmo del sollozo, me lo podrán corroborar las madres que han tenido hijos con espasmos. Las primeras veces asusta, ya después se van acostumbrando. 

Independientemente de lo que tenía mi hijo, quedé trasnochadísima, pero es parte de nuestra profesión de ser madres.


GN

viernes, 11 de julio de 2014

La vida no es un juego del mundial

Luego que mi hija se preparó casi un año para su competencia de ballet en la Academia a la cual asiste, llegó el tan esperado día. Realmente mi hija de 7 años es una personita que maneja muy bien el estrés y responde rápido a los retos, pero también es algo competitiva y sumamente sentimental. Luego que terminó su presentación esperaba ansiosamente la premiación donde se le dan medallas a todas las niñas que compiten y el tipo de medalla es de acuerdo a la puntuación, es decir que pueden haber varias medallas del mismo rango para varias competidoras. En realidad, como mamá me sentí sumamente orgullosa de su desempeño. Yo estaba feliz de verla bailando por primera vez solita en un escenario.

Luego de la premiación, mi hija bajó del escenario desconsolada porque quería obtener una medalla con un rango más alto de la cual le dieron. Ella no podía  parar de llorar, a pesar que le repetía una y otra vez que no importaba la medalla que le dieran, para mami ella siempre va a ser la mejor bailarina del mundo entero. ¡Que va! Ella estaba sumamente triste y parecía decepcionada de ella misma, lo cual me partía el alma. Para acabar, otra niña le dijo que su medalla era mejor que la de ella, asumo que la niña estaba orgullosa de la medalla que había ganado, ¿comprensible no?

En esta época muchos padres piensan que la vida es muy competitiva y que se debe buscar ganar en todos los aspectos y ser el primero para obtener lo mejor, y que la acción de competir prepara los niños para enfrentar la vida, pero no es cierto. Lo importante es preparar a nuestros hijos para que puedan desenvolverse cómodamente y siempre acompañándolos en las intensas vivencias de sus victorias, pero también en las derrotas.  Nos corresponde ayudarlos a aumentar su tolerancia a las frustraciones, a aceptar un no o una derrota,  a expresar emociones lo cual los beneficiará para encarar su vida más fácilmente ante cualquier reto.

Algunos estudios con niños de escuela primaria, han evaluado la cooperación versus la competición. Algunos de ellos señalan que quienes tienen mayor éxito en la vida personal no son, generalmente, los mejores de la clase o en el deporte, pero sí aquellos que establecen relaciones sólidas, los que comprenden la importancia de trabajar en equipo, los son capaces de motivarse aún en situaciones difíciles y pueden demorar la gratificación.
Los niños nacen con una disposición que les permite interactuar con el medio que les rodea. Por medio de estas interacciones viven experiencias significativas y reorganizadoras gracias a las cuales van adquiriendo capacidades y conocimientos, asumiendo diferentes actitudes frente a sus experiencias y los sucesos de su entorno.

Las competencias en la primera infancia permiten que los niños logren tener un conocimiento de sí mismos, de su entorno físico y social, lo que formará la base y estructura para los aprendizajes posteriores y para su enriquecimiento personal y social.

Tenemos que enseñarle a los niños a ser buenos competidores, enseñarles que es bueno ganar, pero que si no se gana lo que ellos esperan no pasa como en los partidos de fútbol del mundial, que si no ganas te vas para la casa derrotado. Al contrario, ganas muchas cosas, como conocimientos, experiencias, amistades y ganas de seguir luchando por lo que uno quiere.
Los niños pequeños no saben cómo manejar y procesar esta información y estas experiencias, la mayoría de los niños se guían por lo que les decimos nosotros los padres.  Mi chiquita, en teoría, ya está más tranquila. Me repite varias veces que sí, que ya sabe que lo importante fue que se divirtió bailando y ya está clarita que para mami, ella siempre será la mejor bailarina de ballet del mundo entero.

GN

viernes, 4 de julio de 2014

¡Si hice eso, puedo hacer lo que sea!

Estoy preparando maletas para salir de viaje con mi hija mayor y tratando de que no se me quede nada, por lo menos las cosas esenciales y que no pueda conseguir en el otro país. Es sumamente importante hacer que los niños se sientan cómodos en el viaje para que no nos cueste tanto el mismo, sobre todo si vamos solos con ellos y sin ayuda.



Esto me hizo recordar que cuando mi hija mayor tenía 4 años y el del medio tenía un año me tocó viajar sola para encontrarme con mi esposo en nuestro destino. Sólo de pensar la travesía “se me paran los pelitos”.  Llevaba al bebé en una cangurera y a la niña en un cochecito, mas la maleta de mano y el bolso. Cuando nos registramos me dijeron que el vuelo estaba lleno y que la niña (de 4 años) iba en asiento separado. ¿Cómo así? Por más que trataba de explicarle al señor de la aerolínea que cómo iba a estar separada, me decía que no podía hacer nada y que tenía que pedirle al pasajero de al lado que me cambiara el asiento. Por supuesto que nadie se negó, pero por parte de la aerolínea era incomprensible.  Finalmente despegamos y la niña nunca se durmió y el bebé no lo quiso hacer ni un minuto y brincó sobre mí las 3 horas de vuelo, ya que por ser menos de 2 años no tenía asiento. Y ni hablar de las idas al baño del avión con ambos niños, cambiar al bebé en plena turbulencia es una historia aparte. En verdad compadecí al señor que se sentó justo al lado. 



Al bajar del avión sólo había una fila en migración para extranjeros y quedamos de últimos, sin coche ni cangurera porque me las quitaron al subir al avión para enviarlas por carga. Los 2 niños corrían por toda migración, hasta que se acercó una señora del aeropuerto para preguntarme si necesitaba ayuda, ¡claro que necesitaba ayuda! Necesitaba mi coche y mi cangurera que estaba dentro. La amable señora me los consiguió y acto seguido ambos niños se quedaron dormidos.  Ufff, ¡por fin!, cuando me dirigí a aduana me dijeron que tenía que sacar a la niña del coche y sacar al bebé, además de quitarle los zapatos, ¡en verdad casi lloro!, le dije a los señores que por favor me ayudaran, pero lo hicieron aunque de mala gana.  Ojalá todo terminara ahí, tenía que esperar las maletas. Así que era bebé cargado, niña en coche, bolso, maleta de mano y dos maletas.  ¡Quería llorar nuevamente!. Cómo pude me trasladé al otro extremo del aeropuerto donde me encontraría con mi esposo. Los pobres niños morían de hambre porque no me dejaron en esa época subir leche ni comida y la del avión no les gustó, así que encontré una máquina de burundangas y de eso se alimentaron hasta que llegó mi esposo. Lo primero que le dije antes de saludarlo fue: si pude hacer esto, puedo hacer lo que sea.



En realidad, muy pocas veces cuando las mamás viajan solas con los niños hay ayuda. La gente ni se inmuta en ayudar y mucho menos hay facilidades. Lo peor es que la gente alrededor en el avión te mira fatal porque los niños lloran o porque les duele el oído. Hasta que uno es padre de niños chicos entiende esta situación.



Espero que en ésta ocasión me vaya súper, ya mi hija tiene 7 años y sólo viajo con ella. En esta ocasión debe ser bistec de dos vueltas.



Recordemos siempre que nos vamos de viaje con los niños llevar medicinas básicas para fiebre, vómitos, dolor o diarrea. El Pediatra les puede dar la lista de medicamentos necesaria. Si tenemos bebés pequeños es bueno darles algo de tomar durante el ascenso y el descenso del avión para evitar lo mas posible el dolor de oído causado por el cambio de presión. A los mayorcitos algo de comer o tomar les ayuda. Llevemos cuentos, libros de pintar o video y películas para entretenerlos, los niños son niños y se desesperan por estar sentados en el mismo lugar y no poder movilizarle durante cierta cantidad de horas, bueno y nosotros también.



Ya les contaré mi travesía, pero estoy segura que será otra historia.


GN