viernes, 3 de mayo de 2019

Nadie me preparó para...


Nadie me preparó para afrontar una muerte, esa clase no la recibimos en la carrera de medicina. Estoy acostumbrada a trabajar con la vida misma, justo en el medio del milagro de nacer y de dar alegría por tener hijos. La felicidad que se percibe al ver por primera vez a un bebé, a tu propio bebé, jamás dejará de emocionarme, es de mis momentos favoritos del mundo.

En cambio, perder a un paciente es de los peores momentos y más cuando le has dedicado amor, tiempo y alma por muchos días, los médicos también hacemos apego y empatía con los bebés, no somos insensibles, somos humanos igual que cualquier otra persona. Es imposible no encariñarse con un paciente que ves todos los días, que le hablas, que le acaricias, es imposible no hacerlo. Pues sí, a los médicos también nos afecta la muerte de un paciente. Trato a veces de no ser tan emocional, pero no puedo, no es mi naturaleza, los casos me afectan y a muchos de mis colegas también. Estoy segura que también pasamos por las etapas del duelo cuando fallece un paciente.

Es cierto que la esperanza es lo último que debemos perder, mientras haya un rayito de esperanza, lucharemos con el paciente hasta el final, siempre digo que uno hace con los pacientes como si fuera nuestro hijo, como si estuvieras tratando al tuyo y ofreciéndole lo mejor disponible.

Esta semana perdimos a una paciente, estamos sumamente tristes, tenemos el corazón en pedacitos, cuando luchas con un paciente todos los días y al final el resultado o desenlace es el opuesto al que esperabas es devastador emocionalmente hablando. Es sumamente difícil entregar a un hijo en brazos de sus padres para que fallezca y pase sus últimos segundos de vida física con ellos, aunque lo vea, no puedo imaginar el dolor que están pasando. La sala de neonatología estaba en silencio, nadie quería hablar, la tristeza era profunda, todos con encariñamos con la pequeña criatura que por más de 40 días vimos a diario y varias veces al día, todos  sabíamos su nombre y le hablábamos como si nos fuera a contestar, aunque cuando nos miraba parecía que lo hacía. Fue una luchadora hasta el último momento y sus padres, estoy segura que están sumamente orgullosos de ella.

Nos dejaste muchas enseñanzas, te tendré en mi corazón y en mi mente para siempre…

GN