viernes, 29 de agosto de 2014

¡El es feliz!

Hoy fui a la escuela donde asiste mi hijo, que acaba de cumplir 5 años, a una evaluación sobre el rendimiento y los avances que ha tenido en el transcurso del año escolar.
La maestra me habló sobre su adaptación que ha sido muy favorable, que ha mejorado con el desarrollo del motor fino, que ya sabíamos que le dificultaba, que le gusta participar en clase y en las actividadesque realizan,  entre otras cosas muy positivas. 

Lo que más me agradó que me hablara fue sobre la capacidad que tiene mi pequeñito de ayudar a los demás niños. Según la maestra siempre  está pendiente de los niños de su salón que tienen alguna condición médica especial o retraso en el desarrollo cognitivo, ya que está al tanto que no les haga falta nada o de facilitarle una mano amiga en el momento que lo necesiten, incluso si la nena con una condición médica en particular, se sienta bien, y ha ocurrido que él la ve pálida o decaída avisa inmediatamente a la maestra.

La verdad ésto me llenó de muchísima alegría y me sentí la mamá mas orgullosa del mundo.

Educar niños buenos es la idea que tenemos la mayoría de los padres hoy en día. Pero yo pienso que más que niños buenos,  deben ser niños felices. Si los niños son felices, los padres también los somos.

Recordemos que los niños aprenden por imitación, pero lo que más imitan es lo que ven en casa.

No existe un solo estilo de crianza perfecta. Es mas, los niños cuyos padres adaptan su estilo de crianza a la personalidad de sus hijos tienen la mitad de la ansiedad y depresión que sus compañeros con padres más rígidos, de acuerdo con un estudio publicado en el 2011. La clave está en ayudar a nuestros hijos sobre la base de las señales que ellos nos dan. Aprender a reconocer qué necesitan nustros hijos, qué falta trabajar y qué podríamos mejorar es muy difícil. Pero vale la pena por los resultados ultrapositivos.

No soy experta en crianza y no pretendo serlo, como madre, al igual que muchas, cometo errores, pero saber que mi hijo es feliz, que es muy querido por sus maestras y compańeros de salón, y sobre todo que es un niño feliz, me hace aún mas feliz y borra por completo los malos ratos o el cansancio que llevo a cuestas.

GN

viernes, 22 de agosto de 2014

¡Seguro que están como si nada!

Estoy muerta de sueño, ha sido una semana pesada como la de muchos, con algunas responsabilidades que han quedado en el renglón de "pendientes" y deseando que algunos días tuviesen más de 24 horas. Hoy a las 5 am desperté para arreglarme ya que tengo que estar en el aeropuerto a las 7:15 am para ir a un congreso de Neonatología. Pero antes de salir, desperté a los niños para ir a la escuela, los alisté y le di de comer al bebé. Esperando el vuelo me ha caído el cansancio de la semana, pensé que aparte de ir a las conferencias quiero dormir mucho, la falta de sueño hace que el humor cambie y hace pensar que trabajar tanto no es los ideal, pero cuando descansan la mayoría del tiempo esos pensamientos desaparecen.

Mi hijo del medio, al enterarse que salía de viaje se fue llorando a las escuela, la mayor que tiene 7 años quedó tristona y me pidió que al regresar le trajera un regalito y el bebé ni se enteró y me dijo adiós con la mano.  Siempre que salgo de viaje sin ellos me entran los sentimientos de culpabilidad por dejarlos solos,aunque se que van a estar súper bien con su papá a cargo de todo.

Se recomienda que sí uno o ambos padres se van a ausentar unos días de la casa, contarle a los niños es prudente. Sobretodo a los niños en edad preescolar y escolar temprana 
(como los míos).  Conversar sobre cuándo, cómo y a dónde viajarán es bueno. Recordemos que los niños, inclusive los más pequeñitos comprenden más de lo que creemos.

Les podemos pedir que nos ayuden a organizar la maleta (aunque la hice casi de madrugada así que no me pudieron ayudar), se les puede dibujar el lugar a donde iremos o mostrarles una foto. Contarles cómo será el viaje y mostrarles una imagen del avión, el auto o el medio de transporte que vayamos a utilizar.

Lo ideal es que los pequeños sigan las mismas rutinas y que no hayan muchos cambios en lo cotidiano y el diario vivir. Si van a permanecer en la casa de otra persona durante la ausencia de los padres, es bueno que lleven algunas de sus cosas para sentirse más seguros: su sábana, sus juguetes, su vaso, su peluche favorito.

También es importante pensar en cómo se le trasmite a los chicos lo que va a suceder; si los padres se muestran angustiados o culpables, los chicos lo van a percibir.  Para los niños puede ser una buena experiencia poder compartir un tiempito solos con uno de los padres o con la persona que se queda a cargo.

Ya acá, en mi lugar de destino, a pesar que se que están más que bien y felices de la vida, no dejo de preocuparme, pero creo que es innato en la mayoría de las mamás, es casi inevitable no pensar en ellos.

Ya veremos qué pasa mientras yo aprendo más y aprovecho dormir corrido y trato de recuperar horas de sueño, mientras papá se encarga y choferea.


GN

viernes, 15 de agosto de 2014

A ver qué pasa esta noche

Ayer mi chiquitín de 10 meses pasó una noche terrible. La pobre criatura tenía fiebre alta y se quejó la noche entera, aparte de eso con congestión nasal  y mocos que le escurrían haciendo que se despertará toda la madrugada. El tratamiento por el momento era sintomático: para la fiebre, para los mocos y mucho apapachamiento porque sólo quería estar cargado.
Hoy empezó la babeadera, al revisarle la boca, mi príncipe tenía la garganta llena de llagas blancas, la fiebre continuaba y no quiso comer casi nada. ¡Oh oh! Tiene herpangina.
La herpangina es una enfermedad viral, común en niños chicos y se adquiere la mayoría de las veces en las escuelitas, si hay bebés chiquitos en la casa se pueden contagiar de los hermanos mayores. Se caracteriza por fiebres altas, babeo, malestar general y los chiquitines no quieren comer nada por el dolor que les producen esta llagas en el paladar y garganta.

Lastimosamente el tratamiento es meramente sintomático: algo para el dolor y la fiebre, mucha hidratación y ofrecer a los niños líquidos fríos y comiditas blandas para evitar que se deshidraten. Realmente los niños se sienten mal y por supuesto que nosotros los padres también. Esperar que pase la fiebre no es tan fácil y pensar que puede durar hasta 5-7 días es casi una agonía. Creo que el "apapachamiento" como yo le digo es un tratamiento tanto para el padre como para el niño, porque sentimos que estamos haciendo algo para que nuestros chiquitines se sientan bien.

Muchas veces les digo a los papás que se acuesten con los niños para tenerlos más vigilados, pero también para la tranquilidad y paz mental de nosotros los padres.

Hoy mi pequeño piojito pareciera que está algo mejor, por lo menos comió algo y tomó un poco  de líquidos, quiso imitar a su hermano cuando este estaba bailando, y por primera vez aplaudió cuando le dijimos "viva" y "bravo". A ver qué nos he nos depara hoy, siempre les gusta ponerse malucos a altas hora de la madrugada para que nos acordemos que ser mamá involucra no dormir bien y no descansar por largas horas seguidas. Pero estoy segura que la mayoría de las mamás y papás cuidamos de nuestros hijos por amor y por instinto. Ojalá que no le de fiebre por 5 días, no tengo ganas de verlo malo por tanto tiempo, ni con ojos vidriosos y tristes que hacen que mi corazón se parta en mil pedacitos.


GN

domingo, 10 de agosto de 2014

¡Me encanta mi cuarto!

Hace como un año decidimos mudarnos, como no se había concretado el plan, no le habíamos comentado nada a los niños. Un día cualquiera, fue un amigo a visitarnos y le preguntó a los niños si estaban listos para mudarse y cambiar de casa, la expresión de la cara de mi hija de 7 años se transformó y empezó a llorar desconsoladamente. Decía que ella había pasado sus "mejores años en esa casa" (la única que había tenido) y que iba a extrañar a su amiga (la vecina con la cual jugaba todos los días). Cada vez que le tocaba el tema, la pobre se ponía a llorar, a pesar que le mencionaba todos los pros de la mudanza y los nuevos beneficios que tendría. En realidad, creo que lo que le temía era al cambio. Por otro lado, el hermano de 4 años, estaba feliz porque tendría su propio cuarto y se quería mudar al día siguiente.  Éste, mi segundo hijo, había sido desplazado de su habitación por la llegada de otro hermano y estaba durmiendo en el cuarto con su hermana mayor el cual estaba decorado de princesas. 

Luego de éste evento del comentario sorpresivo para mi hija mayor, la mudanza demoró casi 7 meses más, lo cual aprovechamos para mentalizarla y  para que fuera tomando una que otra decisión para la decoración de la que sería su nueva habitación.
Los niños se sienten más a gusto en un entorno conocido y predecible donde hay, la mayoría de las veces, una rutina y la familiaridad. 

Independientemente de cuáles sean sus circunstancias concretas, la mejor forma de preparar a su hijo para el traslado es hablarle sobre ello pronto y a menudo.
Lo ideal es que, si decidimos mudarnos, le demos a los niños suficiente información sobre el cambio de residencia con tanta anticipación como sea posible. Respondamos a todas las preguntas que nos hagan con la mayor sinceridad posible y seamos receptivos a sus reacciones, sean positivas o negativas.
Incluso, aunque la mudanza represente una clara mejora en la situación familiar, es posible que los niños no lo vean tan claro, y que, en vez de ver las ventajas que entraña el cambio, se centren en los aspectos negativos y en lo mucho que les impone el cambio.

A los niños en edad preescolar les cuesta menos la mudanza y suelen suelen ser los que dan menos problemas a la hora de hacer un cambio de residencia debido a su limitada capacidad para entender lo que conllevará ese cambio. De todos modos, la ayuda y guía de los padres sigue siendo fundamental para aminorar la carga de cambios.

Finalmente, nos mudamos, mi hija el día justo antes de dormir en la nueva casa, se durmió llorando porque decía que estaba asustada y el primer día en su nueva cama tuvo un "escape de agua nocturno", ya el segundo día fue genial. Ambos siguen durmiendo en el mismo cuarto, a pesar que ahora tienen una habitación para cada uno, asumo que después de casi 1 año de dormir juntos, están totalmente acostumbrados y cada noche deciden en qué habitación quieren dormir. El bebé de 10 meses creo que ni se ha enterado, el está feliz como todos los días.

Un cambio de residencia puede plantear muchos retos para una familia, pero también hay muchas cosas buenas que pueden ocurrir secundariamente al cambio. Puede ser que el traslado sirva para unir más a la familia o para que los padres aprendamos más cosas de nuestros hijos y los conozcamos mejor al pasar juntos por una experiencia tan delicada.

Ya mi hija está feliz y mi segundo hijo me dijo: ¡mami, gracias por mi nuevo cuarto, me encanta, es el mejor cuarto del mundo entero! Comentarios como ese, son los que te hacen el día más llevadero y los que aminoran la carga del esfuerzo y el cansancio.
 
GN