jueves, 27 de marzo de 2014

¡Ese pan no es agradable!

¿Cuántas veces , nosotros los Neonatólogos, hemos visto nacimientos de bebés muy prematuros, con pesos de una libra con pocas onzas y que les faltaba aún entre 12-14 semana por nacer? La verdad es que mientras uno hace la Residencia de Neonatología y al ser Neonatólogo, ver estos niños es pan de cada día.

El problema no es recibir al bebé durante el parto o la cesárea, si no lo que viene después.
En Panamá la sobrevida de los bebés que nacen de 25 semanas es de 50%
aproximadamente y a medida que los bebés nazcan con más edad gestacional la sobre vida va aumentando. Incluso, sólo con 2 semanas más (27 semanas) la sobrevida aumenta a un 70% aproximadamente.

Desde el punto de vista médico, las complicaciones que tienen estos bebés a corto plazo son sobrellevadas, pero desde el punto de vista de los padres son un calvario. No sólo por pensar lo que está pasando al bebé, por no tenerlo junto a ellos, si no también por el pensamiento (que martiriza) que puede que el bebé no sobreviva y si sobrevive, las complicaciones a largo plazo que puedan tener estos niños como problemas de visión, audición o trastornos globales del desarrollo psicomotor por mencionar algunos, pueden hacer que la preocupación aumente.

Cuando era residente de Neonatología, siempre voy a recordar un turno en el que  a media tarde tuvimos 2 nacimientos por separados de bebés de 25 semanas con un peso de 510 gramos y 490 gramos. Para no hacer largo el cuento, ambas bebés sobrevivieron los 2 primeros meses. No recuerdo los primeros nombres de las nenas, pero a ambas, por haber nacido el día de la Virgen de Fátima, su segundo nombre era Fátima. 

Después de dos meses de ver a sus padres, ¿uno crea una relación especial no? Hablaba con ellos de lunes a viernes y los fines de semana que me encontraba de guardia.  Una de las nenas siempre estuvo más grave que la otra. Recaía en el respirador incontables veces secundario a inmadurez inicialmente, infecciones y por enfermedad pulmonar crónica. La última vez que se colocó en el respirador, no se pudo destetar (retirar del aparato). Una mañana, al llegar al Hospital, me encontré con la noticia que la nena había fallecido en la madrugada, se había puesto mal en el turno anterior y no sobrevivió. Mi corazón quedó en pedacitos, no podía imaginar que sentían sus papás después de 3 meses. No fue hasta la mañana que pudieron localizar a los padres, los cuales acudieron de inmediato. Al verlos, luego que les dieron la noticia,  sentí un dolor profundo y un vacío inexplicable, no era mi hija, pero sí era una paciente, que por más pequeñita que fuera la vi y toqué durante tres meses seguidos. No pude hablar con ellos porque las palabras no me salían, sólo le di un abrazo a la madre, le entregué una almohada especial que ella le colocaba en la incubadora y siguieron su camino. Nunca más los he visto ni he sabido de ellos.

La otra chiquita que nació el mismo día, si sobrevivió y fue a casa con sus padres y 2 hermanos. De vez en cuando veo a la mamá cuando me la encuentro en un almacén de la localidad donde labora y siempre me cuenta que está muy bien, sin problemas auditivos ni visuales (era la nena más pequeñita).

Ver estos bebés tan pequeñitos nacer y fallecer no es fácil y menos si sobreviven los primeros meses y luego mueren. Ningún padre está preparado para que fallezca un hijo, debe ser lo peor que nos puede pasar como padres. De estas dos bebitas (tal como marcaban las estadísticas) el 50% sobrevivió. Si hubiese nacido a las 27 semanas el porcentaje de sobrevida hubiese sido 70%. 

Como digo, éstos panoramas son pan de cada día, pero ese pan cuando involucra una muerte, no es agradable.

GN

¡Aterrada estaba yo!

Una vez me dijo la madre de un paciente que su hijo de 2 años llevaba despertándose algunas noches a la semana pegando gritos y dando manotadas cuando ella trataba de calmarlo, lo peor es que gritaba y lloraba como si lo estuvieran matando.  La madre estaba agotada y desesperada porque estos episodios, según ella, eran eternos y estaba aterrada porque no era fácil calmarlo.

Lo que este niñito estaba presentando era un trastorno del sueño conocido como Terror Nocturno. Esto puede suceder  en el 2% de los niños y usualmente no lo provoca el estrés, pero estar demasiado cansado sí los puede provocar y  ocurren generalmente en niños de 1 a 8 años de edad.  Son episodios que a la primera impresión parecieran pesadillas, pero tienen características diferentes.

A diferencia de las pesadillas un terror nocturno no es un sueño desde el punto de vista técnico, sino más probablemente una súbita reacción de miedo que tiene lugar durante la transición de una fase del sueño a otra.  Al día siguiente los niños no tienen ningún recuerdo porque están dormidos mientras ocurren los terrores y no tienen ninguna imagen que evocar, en cambio con las pesadillas sí y las recuerdan al día siguiente e incluso describen el sueño.

Durante un terror nocturno, un niño puede sentarse en la cama rápidamente y ponerse a llorar o gritar como si estuviera sumamente angustiado y asustado. La respiración y el ritmo cardíaco se le pueden acelerar, puede empezar a sudar, a agitarse y a comportarse como si estuviese alterado y aterrado. Al cabo de unos minutos o algo más, el niño se calma y se vuelve a dormir plácidamente, incluso muchos expertos dicen que los episodios pueden durar hasta 20 minutos. Se imaginan 20 minutos de llanto inconsolable, en realidad sí es una eternidad y más en horas de la madrugada porque generalmente ocurren 2 horas después que el niño concilia el sueño. 

¿Qué podemos hacer si nuestro hijo presenta un terror nocturno? En los casos leves, que son la mayoría, los padres debemos adoptar una actitud tranquila y de conocimiento del trastorno. Durante los episodios debemos vigilar que el niño no se caiga de la cama o sufra algún golpe físico derivado de su incorporación de la cama y su estado (recordemos que el niño no está despierto). Si le hablamos no nos va a escuchar ni nos va a hacer caso, tampoco debemos intentar despertarle. Lo ideal es esperar que el episodio pase, lo que nos resultará eterno y desesperante porque prácticamente estamos impotentes ante la situación. También, si los terrores se vuelven constantes y ocurren aproximadamente a la misma hora, se puede despertar al niño antes que ocurra el episodio para así cortar el ciclo del sueño. 

Tanto en los terrores nocturnos como en las pesadillas es necesario valorar la conducta del niño durante la vigilia. Hay que considerar  si existen problemas en la escuela u otro ámbito que puedan estar influyendo en el mismo. De confirmarse la existencia de dichos factores externos, debería actuarse sobre ellos a fin de solucionar el problema. Lo importante es no desesperarnos, lo que resulta  sumamente difícil.

GN

¿Y si va a ser mudo?

Uno no debería decir que tiene pacientes favoritos, pero en realidad sí es cierto. De dos de estos pacientes he aprendido bastante, fueron casos muy similares y ambos se relacionaban con retraso en el desarrollo del lenguaje. 

Primero tenemos que recordar que la adquisición del lenguaje es un proceso evolutivo y se va adquiriendo de acuerdo al desarrollo y a la edad del  niño. Se considera un retraso en el lenguaje cuando, desde el punto de vista cuantitativo (cantidad de palabras que dice ) o cualitativo (diferentes áreas del lenguaje), están por debajo de la cifra media de los niños de su edad.  Los retrasos en el lenguaje son los tipos más comunes de retraso del desarrollo. Aproximadamente 1 de cada 5  niños aprenderá a hablar o a usar palabras más tarde que otros niños de la misma edad. Algunos niños también mostrarán problemas de comportamiento porque se frustran cuando no pueden expresar lo que necesitan o quieren.

Los trastornos del lenguaje son diferentes al retraso en el lenguaje. En el retraso del lenguaje el niño desarrolla el habla y el lenguaje de la misma manera que otros niños, pero posteriormente. En los trastornos del lenguaje, el habla y el lenguaje no se desarrollan normalmente. El niño puede tener algunas habilidades del lenguaje, pero no otras; o la manera como estas habilidades se desarrollan será distinto de lo normal.

Ciertos autores dicen que en la mayoría de los casos (hasta un 70%) los niños no se esfuerzan y no intentan pedir las cosas por su nombre, pues todo lo que desean lo obtienen mediante señas o llanto y el otro 30% es por otras causas. Estos 2 niñitos entraban dentro del 30%. A los dos años de vida apenas decían 1-3 palabras cuando ya deberían haber estado pegando palabras para hacer frases cortas (lenguaje expresivo), pero ambos tenían un lenguaje comprensivo o receptivo completamente normal (entendían el mensaje proveniente de otras personas). El papá de uno de ellos comentó incluso: ¿qué tal si el niño iba a ser mudo? Es un tema que frustra a muchos padres y cuando pasa el tiempo más preocupante se torna para los familiares.

Luego de detectar retraso en el lenguaje es necesario buscar la causa e iniciar terapia del lenguaje que ayuda grandemente en la mayoría de los casos.  Tenemos que estar seguros que la audición es normal, pero hoy en día con el Tamizaje neonatal auditivo que se realiza desde  el nacimiento, las deficiencias auditivas se detectan tempranamente.

En la consulta me ha pasado que al iniciar las preguntas en cuanto al lenguaje y a la cantidad de palabras que dice el niño, los padres o abuelas me dicen que tal tío o tal padre habló tarde. Si recomiendo hacerle algún estudio auditivo o iniciar terapia del lenguaje, varios padres se han negado porque ellos hablaron tarde y en algún momento van a hablar. Creo que dentro de todo este panorama hay miedo, negación o desconocimiento, pero queda en nosotros los Pediatras explicarles o dicho de otra forma, guiar a los padres.

Mis dos queridos amiguitos, luego de terapias, hablan correctamente e incluso a veces hay que mandarlos a hacer silencio. No "se quedaron mudos" ni mucho menos, pero todo el resultado fue gracias a las madres abnegadas que tienen ambos, que nunca bajaron la guardia y le metieron corazón a las terapias que fueron necesarias.

GN



¿Existen o no existen?

Hoy llegó una amiga al consultorio con su bebé de 6 meses para una cita de control y como acompañante iba su hijo mayor de dos años. Mientras iniciaba la consulta, el de dos años fue directo a subirse y bajarse de la balanza, al decirle que cuidado se caía, la madre me dijo que los "terribles dos" estaban en su apogeo. La comprendí tanto, ya había experimentado ese sentimiento con mi hijo que ahora tiene cuatro años.

Al cumplir los dos años de vida, nuestros hijos se caracterizan por la adquisición de nuevas habilidades las cuales se acompañan de una apremiante, urgente, inevitable, insistente y obligatoria necesidad de independencia, berrinches y cambios de conducta que la mayoría de nosotros no sabemos cómo manejar ni enfrentar. Esto es lo que comúnmente conocemos como  "los terribles dos" que realmente existen y a veces no sólo dura un año, tristemente.

Pero, ¿por qué ocurre esto? : una de los aspectos principales es porque mejora notablemente su habilidad para trepar, subir y escalar todo lo que encuentren, por lo que podrá llegar mediante el uso de objetos a aquellos lugares más altos que antes no alcanzaba. También corren y saltan mejor, asociado a esto la energía (que pareciera que no se les agotará) necesitarán hacerlo (brincar, correr y en cierto momento agobiarnos a nosotros) gran parte del día, reduciendo probablemente sus tiempos de descanso y sueño.

Por otra parte los nenes de dos años están descubriendo el mundo. En este descubrimiento comienzan poco a poco a entender que no siempre son el centro, experimentando así muchas y variadas emociones que todavía no logran controlar (ni nosotros tampoco):  ansiedad, tristeza, frustración, angustia y decepción serán expresadas generalmente a través de berrinches, llanto,  rabietas, gritos o agresiones. Además, el nivel de comprensión es mayor, aún no pueden  razonar como niños más grandes o como adultos.  No comprenden el porqué de muchas cosas que le decimos o prohibimos, ni pueden medir la magnitud del peligro en la mayoría de las situaciones, aunque nosotros quisiéramos que sí lo hicieran.

Con mi segundo hijo, confieso, que muchas veces perdí la paciencia, ¡no se quedaba quieto! y para acabar de rematar no quería dormir siesta.  El "time out" nos ayudó mucho, el pobre estuvo incontables veces en una esquina llorando y "pensando" lo que había hecho mal. A mí, se me estrujaba el alma, pero muy muy en el fondo sabía que así iba a aprender poco a poco a no hacer pataletas y a obedecer. Lo que es cierto es que esa etapa pasa y entra otra en la que sí aprenden a manejar los sentimientos y la demandante energía que se les desborda.

Sabemos que afrontar la educación y crianza de un niño de dos años es difícil, estresante y muchas veces (por no decir la mayoría del tiempo) agotador. Sin embargo, como papás debemos intentar comprender a nuestros hijos y ponernos en su lugar, si sabemos por qué ocurre este periodo, tal vez los comprendamos más y tengamos un poco más de paciencia. Dejemos hasta cierto punto que tomen algunas decisiones sencillas (como escoger su ropa), tratemos de no desesperarnos ni enojarnos, por el contrario, mostremos afinidad con ellos. El castigo físico no ayuda y los vuelve más temperamentales. Contestemos sus preguntas de forma clara, no olvidemos que son niños pequeños y no adultos. Y lo más difícil de hacer es que no esperemos a que estén quietos y sin hacer nada, aunque a veces quisiéramos ponerles el botón de "off", busquémosle actividades para que agoten tanta energía.

GN

¿Hasta cuándo las mentiras?

Hace unas semanas escuché decir a una amiga: ¿hasta cuándo le tengo que decir mentiras?, refiriéndose a su hija de 3 años.  La hija le había dicho que quería ir a montar unos caballitos y ella le dijo que los caballos estaban enfermos.

Creo que todos los padres en algún momento u otro hemos dicho este tipo de mentiras (el que no lo ha dicho que tire la primera piedra). Me ha pasado en varias ocasiones que uno de mis hijos me pregunta si puede hacer algo y luego de la correcta explicación inicia la discusión o el "berrinche", por supuesto que de esas actuaciones me ha salvado decir simplemente que la amiguita no está en casa o que ese juguete no lo venden,  pero ¿es esto correcto? ¿Esta es la actitud que hay que tomar? Lo dudo, pero la mayoría de los padres no queremos pasar por estas discusiones y la salida más rápida es decir "mentiritas blancas" o "mentiras instrumentales" como se denominan en léxico de psicología, además que de blancas no tienen nada porque mentiras son mentiras.

Es común que los niños hagan preguntas difíciles e incómodas y muchas veces los padres nos paralizamos ante ellas, y terminamos  respondiendo con rodeos, respuestas abstractas o  mentiritas que en definitiva no conducen a nada y pueden confundir a los niños. Incluso, si el niño se da cuenta que no es cierto lo que le decimos, se va deteriorando la confianza hacia nosotros los padres y pueden no creernos en alguna situación determinada.

Estas mentiras se pueden dividir en mentiras por mal comportamiento, como por ejemplo: si te portas mal te va a llevar el policía o si corres por el almacén la señora te va a regañar; las otras mentiras son mentiras protectoras que según los padres las dicen para proteger al niño contra verdades o situaciones dolorosas, como por ejemplo: no puedo comprar ese juguete porque mamá no trajo plata, o tu gatito se fue a una casa con patio para que jugara.

Estas mentiras tienen como objetivo de alguna forma evitarles el dolor o la frustración que podría traerles el que la mascota se haya perdido o haya fallecido o que aunque tuviera el dinero, la mamá no le va a comprar ese juguete que quiere. Los expertos recomiendan explicar a los hijos en un lenguaje que ellos entiendan, lo que está pasando o puede ocurrir en determinada situación.

Es difícil no decirles mentiras a los niños para que hagan lo que uno les diga o para evitarles dolor, pero ¿con qué cara le decimos a ellos que no digan mentiras o que no sean mentirosos si nosotros lo hacemos?  En la literatura  médica pediátrica no hay mucho sobre este tema, pero creo que tiene mucho de sentido común, aunque este sentido no es común.
La forma de educar a nuestros hijos queda en cada uno de nosotros, así que tratemos de ser lo más sinceros que podamos.

Creo que decirle mentiras a los niños es una etapa, a medida que van comprendiendo más nosotros decimos menos, lo cual va ocurriendo a medida que van llegando hacia los 6 años cuando el tipo de pensamiento de los niños cambia a un pensamiento operacional y de conocimiento.   Pero igual, habría que estudiar este tema a fondo y saber si algo de bueno tiene el comportamiento de los padres.


GN




El amor no tiene edad...

 Cuando estaba pequeña recuerdo que decía que me iba a casar con mi papá porque era el más lindo del mundo. Este recuerdo vino a mi mente cuando mi hija, hace unos años, me dijo que se iba a casar con su papito lindo, cuando le explicamos que eso no se podía entonces dijo que se quería casar con su hermanito.

El amor es un sentimiento que no tiene edad y desde los primeros años de vida, los niños y las niñas, se sienten atraídos por otros y experimentan el estímulo de establecer vínculos amorosos profundos o enamoramientos. Aparte de sentir amor por sus padres y expresar sentimientos cariñosos, los niños se enamoran por primera vez cuando entran a la escuelita (preescolar) al tener mas o menos tres años, y luego a los seis, cuando empiezan la escuela primaria, sintiendo predilección por un amiguito o amiguita según sea el caso.

Este último año escolar, cuando mi hija iba a cumplir 7 años, me dijo que tenía novio (casi colapso) y que le gustaba un niño de su salón. Cuando le pregunté por qué le gustaba me contestó: "es que es lindo y sobre todo cuando se peina de lado". ¡Oh no, mi hija estaba enamorada! y después me contó que todas sus amiguitas tenían novio e incluso varias eran novias del mismo niño. Se mandaban notitas y todo, pero ahora en vacaciones ni me ha mencionado al niño.

Muchos niños y niñas a estas edades juegan a que tienen novios, porque reproducen lo que ven en casa. Para ellos es un juego. Se pueden incluso dar un beso o se toman de las manos porque es una representación del mundo de los adultos y de lo que ven en casa, para ellos no es nada sexual.

En nombre del amor hacemos muchas cosas, buenas o malas, y eso nos moldea como personas. Al sentir que "están enamorados" en un primer momento se pasa por idolatrar a la otra persona, donde parece que el mundo se detiene ante esa otra persona que los tiene más que fascinados. En la segunda etapa, la tensión comienza a crecer y aparece el deseo de querer acercarse o abordar a esa otra persona y por último, se determina si es aceptado o rechazado.

Como madres tenemos que incentivar el diálogo, conversemos con nuestros hijos aunque sean pequeñitos, entendamos qué es lo que le llama la atención del otro, tomemos sus sentimientos con respeto. Burlarse o tomarlo a la ligera es contraproducente. Muchos padres no le dan el valor adecuado al sentimiento de sus hijos y lo importante es validarlo, porque forma parte de su proceso de desarrollo. No se trata de exigir, sólo de escuchar y comprender. 

Algunos autores dicen que “El sentimiento del amor es más auténtico en los niños que en los adultos". Cuando dicen alguien le gusta el niño revela su verdadera esencia.

Como es día del amor y la amistad no voy a hablar del desamor ni del primer rechazo, el cual existe e influye en nuestros hijos. Lo que sí está claro es que nuestros hijos se enamoran, ya sea de nosotras las madres, de los padres o de algún compañerito del salón y no lo vamos a poder evitar. El amor no tiene edad, día, ni fecha en el calendario, lo bonito es que cuando sientan estar enamorados, les expliquemos que es un sentimiento especial que va a ir cambiando a través de los años. Entendamos que casi ningún niño llega a los 18 años sin que le guste alguien, hay que aceptarlo.


GN

Hay que ponerle un botón…ufff

 Una de las preguntas clásicas que nos hacen a muchos Pediatras es:  ¿le puedo poner faja en el ombligo al bebé? O no sólo preguntan por faja, sino por el botón, por esparadrapo o por una moneda pegada con cinta adhesiva en el ombligo, para que "no se salga mas" o "se meta".

Esta protuberancia no es mas que  una hernia umbilical que aparece cuando el músculo a través del cual pasa el cordón umbilical no se cierra por completo después del nacimiento, estos son los músculos abdominales.  Las hernias umbilicales son bastante comunes en los bebés y ocurren con una frecuencia ligeramente mayor en los bebés de raza negra, pero en nuestro país, como la mayoría somos una raza mezclada, es muy común verla. La mayoría de las hernias umbilicales no están relacionadas con ninguna enfermedad.

Muchas de las queridas abuelas y mamás piensan que si el niño llora la hernia "se sale mas", pero en realidad, por el llanto o el pujo que hace el bebé aumenta la presión intraabdominal y a través del defecto de la pared abdominal se ve mas la hernia. La mayoría de las hernias umbilicales no duelen y se van corrigiendo solas a medida que el bebé va creciendo porque se van uniendo los músculos y van desapareciendo progresivamente. Un alto porcentaje cierran hacia el primer año de vida y casi todas antes de los 4 años de edad.

No se conoce ninguna forma de prevenir las hernias umbilicales. El hecho de fajar una hernia umbilical no hace que ésta desaparezca, es más, puede molestar al bebé y presionarle el abdomen haciendo que aumenten los episodios de regurgitaciones o hace que les cueste respirar.  Incluso, me tocó una vez ver una úlcera en el área del ombligo por un botón que le habían colocado al bebé y el roce de éste le causó la lesión al bebito.

Por supuesto que hay hernias muy grandes, que impresionan al verlas y parecen pelotas de golf, lo cual incomoda a los padres, pero con paciencia y el paso del tiempo son muy pocas las que llegan a ameritar cirugía.  Hay otro tipo de hernia que sí ameritan cirugía como las supraumbilicales (que son arriba del ombligo) y las inguinales.

Estoy en contra de que aún vendan fajas para los ombligos en las tiendas de ropa de bebés, así nunca vamos a poder quitar esa costumbre. Las ideas que van de generación en generación, aunque sean sin fundamento, persisten y son difíciles de erradicar. Falta educar a las nuevas mamás para que nuestros nietos ni sepan que alguna vez existieron esas fajas o que se le colocaba botones en los ombligos a los bebés.


GN

¡Qué rápido crecen!

No recuerdo el momento exacto en que decidí ser pediatra, lo que sí sé es que aún no estaba consciente de que había que estudiar medicina para "poder curar a los niños".  Ser niño es una delicia, pues sus inquietudes se presentan de acuerdo con la edad que tengan.  Si se es bebé, la mayor preocupación (creemos la mayoría) es que la leche esté disponible cuando el chiquito quiera, algunos quieren que incluso el pecho materno esté listo y "afuera" para cuando lloren; si no, el llanto es insoportable y capaz de estresar hasta al más duro de corazón o a aquella madre que ya ha tenido varios hijos.  Entre los 8-9 meses de nacido no debe ser nada agradable que la mamá (o la cuidadora) se pierdan de vista un rato, pues el bebé puede sentir que el mundo se le viene abajo.  A los tres años preguntan todo y aparecen los muy conocidos "¿por qué?". Creo que ni siquiera están seguros de que quieren conocer las respuestas, muchas de las cuales los padres no tenemos.  

Recuerdo un día que estaba manejando el auto y mi hija de de 2 años (pronta a cumplir 3) iba de pasajera.  Cantábamos y conversábamos cuando, de repente, se desató la preguntadora de por qué esto y por qué lo otro. Llegó un punto en que el tema tenía que ver con el cielo, y ella muy cómodamente me pregunta: "Mami, ¿por qué el cielo es azul?"  Mi respuesta en ese momento fue:  "Porque así lo hicieron".  Por supuesto que la siguiente fue:  "¿Y por qué lo hicieron así?".  "¡Qué sé yo!", me decía para mis adentros.  No se me ocurrió nada más rápido que cambiar el tema de conversación y entretenerla con otra cosa.  Dudo mucho que, en realidad, quisiera saber la réplica correcta o que le interesara el color del cielo.  Su intención era obtener una respuesta que su mami no le pudo satisfacer.  A los trece años el estrés es que la tarea del colegio esté lista (para algunos) o que "ojalá al niño que me gusta le guste yo también".    

Todas las etapas son espectaculares y cada una tiene sus aspectos positivos y negativos. Cuando los hijos están chicos deseamos que crezcan, y cuando están grandes pensamos que cuando estaban pequeños era más fácil cuidarlos y criarlos.    

Un maestro me decía que los pediatras se hacen mejores pediatras después de ser padres, y creo que es cierto.  Todo lo que está plasmado en los libros lo vive uno en la práctica, y esa experiencia permite ofrecer un consejo con mayor propiedad (o por lo menos eso creemos). No es lo mismo brindarlo que experimentarlo, por lo que los profesionales debemos estar atentos a tratar de entender a esos papás y mamás que al tener, por  ejemplo, a un hijo con fiebre por primera vez piensan que es lo peor que les puede estar pasando.  En ese momento, con sólo ver la carita y los ojos decaídos del niño o la niña, se sienten  tristes, preocupados y la sensación de impotencia los invade.

Es obvio que todas las etapas del desarrollo del niño son importantes.  Ojalá tuviéramos más tiempo, ojalá que el trabajo (indispensable para mantener el hogar y la tropa que en ella habita) nos permitiera gozar de los hijos al máximo, porque crecen muy rápido y nos perdemos muchas cosas.   Pero lo importante, es la calidad del momento que pasamos con ellos, el cual debemos disfrutar como si fuera el último día; aunque hay gente que dice que es mejor la cantidad de tiempo… Pero eso es harina de otro costal. 

Muchas mamás tratamos de arreglar el horario para tener más tiempo con nuestros hijos, pero  hay trabajos  que no lo permiten.   Mi madre no trabaja para cuidar  de mí  y de mi hermana, pero otros dicen que era otra época  y eso se podía hacer. La verdad es  que eso siempre  se  lo voy a agradecer a  mi mamá y creo que valió la pena.  Mi  madre está presente en todos los recuerdos que tengo  de infancia y  quiero que  a mis hijos les pase lo mismo.
GN

Playa, brisa, piscina, sol e insolación...

La semana pasada estuve con los niños en la playa en un campamento de verano. De lunes a viernes y durante 5 horas al día realizaron actividades físicas como juegos en la arena y en el parque, aparte de eso, por lo menos dos horas al día eran dedicadas a actividades acuáticas. Los niños la pasaron genial y muy divertidos.  Mi hijo de 4 años, el viernes en la tarde (el último día del campamento) ya no se quería bañar en la piscina y se acostó a dormir a las 5:30 pm, como a las 6:30 pm inició con elevación de la temperatura corporal, se puso más rojo de lo que estaba y no sudaba. Oh no...¡Estaba insolado!

La insolación o el golpe de calor es la forma más grave de enfermedad por calor. Se produce generalmente por una exposición prolongada al sol, más aún si los ponemos a hacer actividad física bajo el sol. 

Nuestros cuerpos producen mucha cantidad de calor interno y normalmente nos enfriamos mediante la transpiración e irradiando calor a través de la piel. En ciertas circunstancias, como cuando hay calor intenso, humedad elevada (como en nuestro querido país) o actividad intensa bajo el sol, este sistema de enfriamiento puede fallar, permitiendo que el calor se acumule hasta niveles peligrosos.  Si además, el niño se deshidrata (por sudor y sin ingestión adecuada de líquidos), no puede sudar lo suficiente como para enfriar su cuerpo, su temperatura interna aumenta, pudiendo causar una insolación.

Lo que podemos ver en los niños es la piel seca y caliente, roja pero sin transpiración, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, mareo, letargo, desorientación, taquicardia e incluso si el cuadro es severo puede haber convulsiones o alucinaciones.

Es importante que los niños insolados reciban tratamiento inmediatamente. Se debe trasladar al niño a la sombra, en lo posible a un lugar fresco y tranquilo (aire acondicionado vale). El tratamiento más común y efectivo suele ser el de sumergir al niño en una bañera con agua tibia, mojándole la frente con un paño fresco, hasta lograr que la temperatura del cuerpo descienda a unos 38 grados Celsius, también se puede cubrir al niño con pañitos de agua fresca por el cuerpo e ir cambiándolos.

Es conveniente brindarle agua para tomar, si está muy fría les puede dar cólicos intestinales, como le pasó a mi pobre hijo que le di una bebida hidratante fría y luego me decía que le dolía la pancita. A mi príncipe, gracias a una amiga, lo metimos con agua tibia en la bañera y logramos bajarle la temperatura, ya que con los pañitos de agua fresca iba lenta la bajada de la misma.

Evidentemente mi hijo la pasó super bien, pero el pobre quedó insolado y no diría que fue culpa del sol, si no mía por no protegerlo mas. Así que, no cerramos el campamento con broche de oro, pero ya hoy sólo se  acuerda que se bañó en tina, con burbujas  y que fue muy divertido.

GN

Aquaman

Mi esposo me contó una historia que creo que la recordará siempre.  Cuando el estaba pequeño y era la época de que aún se podía estar en la calle sin miedo a que algo pasara, se encontraba con otros niños jugando en pleno verano, de pronto escucharon gritos de una casa cercana y alguien salió corriendo a buscar a mi suegro  (que es médico) el cual estaba en su casa.  Este salió corriendo hasta la casa en cuestión, en el fondo de la piscina estaba el vecinito de menos de 2 años y lo estaban sacando morado y sin respirar.  Mi suegro empezó a brindarle reanimación cardiopulmonar hasta que el niñito respondió y luego fue llevado en ambulancia al hospital donde estuvo hospitalizado por varios días para vigilancia en primera instancia y luego por una neumonía secundaria.

El ahogamiento es la muerte por sumersión o inmersión y el casi ahogamiento es la sobrevivencia luego de las 24 horas de transcurrido el evento.  El ahogamiento se considera la segunda causa más frecuente de muerte accidental en niños, luego de los accidentes automovilísticos y entre el 40-50% de los casos ocurren en niños entre 0 y 4 años, siendo más frecuentes en niños de 1 y 2 años de edad. El término de casi ahogamiento quiere ser descartado según el último consenso sobre el tema, ya que se dice que la víctima puede ser rescatada en cualquier momento del proceso de ahogamiento y puede no requerir ninguna intervención o bien recibir una resucitación adecuada y en ese caso el proceso de ahogamiento se ve interrumpido. Si el involucrado no es resucitado apropiadamente se producirá un paro cardiorrespiratorio, falla orgánica múltiple y muerte principalmente secundario a la hipoxia. La encefalopatía hipóxica es la causa más frecuente de muerte en pacientes hospitalizados por ahogamiento.

Está de más decir que si hay alguien que sabe de reanimación cardiopulmonar en el lugar del accidente, las posibilidades de sobrevivir aumentan considerablemente.  Es muy importante recordar que estos accidentes (como la mayoría) son prevenibles y NUNCA hay que confiar en que los niños saben nadar y dejarlos solos en la piscina o playa porque hasta buenos nadadores han fallecido por esta causa. 

Para mi, este niñito tuvo suerte o simplemente no le tocaba fallecer en ese momento. Por ahí escuché, que luego de eso le decían "aquaman", pero si fuera mi hijo, la verdad que cómo lo llamaran sería lo de menos. Dice mi suegro que ya debe tener treinta tantos años largos y cuando lo llamé para que me contara la historia, pude sentir una chispa de orgullo en sus palabras, ¿como no, verdad?. 

Nada más pido estar pendientes de los niños en todo momento, y como dice el dicho: es mejor prevenir, que lamentar.

GN 

¡Hay que ser mamá de calidad!

Cuando supe que estaba embarazada de mi primera hija, me alegré claro,  pero entré en pánico porque apenas empezaba a ejercer como Pediatra y pensaba ¿cómo voy a hacer las dos cosas a la vez?

Cuando nació la chiquita, decidí no ejercer a tiempo completo la Pediatría y optar por la subespecialidad de Neonatología. Así qué estuve con mi hija (esperando entrar a trabajar) aproximadamente hasta los 5 meses de vida casi tiempo completo. Al ingresar a la subespecialidad, ya casi no la veía y por supuesto que mi corazón estaba en pedacitos, sentía que me perdía cosas maravillosas y la sensación de que tenía  de "cuidar a otros niños" y no a la mía,  creaba en mí, sentimientos encontrados....pero eso se superó con el tiempo.

Muchas veces medité que, en esos momentos, ella iba a querer más a la persona que la cuidaba. Por supuesto que la bebé le ofrecía muestras de afecto a la señora, ¡pero también a mí! Y eso me reconfortaba por ratos hasta que volvía a aparecer la tonta idea.

Se sabe que todos los bebés necesitan de sus padres y la estimulación que les brindamos en el primer año de vida es sumamente importante y por ende, los debemos exponer  a un medio ambiente estimulante. ¿Cómo lo hacemos? Ofreciéndoles experiencias enriquecedoras para tocar, escuchar y ver. Todos estos estímulos que les podemos dar afectan su desarrollo emocional, social y hasta físico. El bebé necesita recibir estos estímulos a diario, desde el momento de su nacimiento. Si recibe estímulos pobres, de una forma irregular o en cantidad insuficiente, el cerebro no desarrolla adecuadamente sus capacidades al ritmo y con la calidad que debería.

El tacto es, seguramente, el primer sentido que desarrollan los bebés en el vientre de sus madres, ya que se mueven, rozan la pared del útero y sienten. Está descrito que el tocarlos y que ellos sientan afecto, acerca a los bebés a sus padres y a todo lo que esté a su alrededor. Por ello, la estimulación táctil debe empezar desde el mismo momento en que los pequeños vienen al mundo y así hacerlo con el resto de los sentidos.  Solamente el acto de acariciar al bebé, estimula y crea un vínculo para ambos sumamente positivo y la optimización del desarrollo del niño normal puede darse en el hogar y sin necesidad de invertir en materiales y equipos elaborados. La creatividad es la mejor herramienta.  Así  como con el tacto, se puede hacer ejercicios de estimulación con la visión y la audición.

El máximo desarrollo del cerebro está comprendido entre el nacimiento y el tercer año de vida, para luego ir poco a poco desapareciendo hasta llegar a los seis años, momento en el que las interconexiones neuronales del cerebro ya están establecidas y los mecanismos de aprendizaje se asemejan a los de un adulto. Por eso, es interesante saber y conocer qué cosas se pueden hacer para brindarles estimulación,  pero si las enumero serían páginas y páginas. Con mi primera hija aprendí bastantes y las he aplicado a los otros dos, los resultados han sido siempre positivos para ellos y para mi.  Para mí porque, con la situación de tenerlos que "dejar" para ir al trabajo, y saber que al estar con ellos  estoy haciendo algo productivo para su desarrollo con cosas tan sencillas, quita la sensación de frustración de no estar 24/7 para ellos.  La tonta preocupación de que van a querer más a la otra persona se desvane. Los niños pequeños, la mayoría del tiempo,"tiran" más hacia la madre (aunque algunos padres no lo acepten) y es por estas manifestaciones de cariño que secundariamente son estímulos para su neurodesarrollo.  

Ser madre y trabajar no es fácil (sin menospreciar a los padres, claro), pero de que se puede hacer las dos cosas bien y muy bien, se puede. Conozco incontables mamás de pacientes que trabajan, pero nunca faltan a las citas de sus hijos, saben exactamente cuál medicinas toman, cuántas veces han evacuado en el día, cuánto y qué comen y así con todos los aspectos de sus hijos; y no dejan la crianza únicamente en manos de los cuidadores. Y la mayoría de ellas, sin saberlo, les brindan a sus hijos estímulos positivos.

La mayoría de las mamás somos las que conocemos más a nuestros bebés y sabemos cuándo pueden o no estar dispuestos para una "sesión" o para recibir estos estímulos. Obviamente, si están con sueño o dormidos no les vamos a hacer ejercicios; tampoco  si se encuentran enfermos, si están rodeados de personas extrañas, fuera de su ambiente familiar o están llorando. 

Se puede conocer las características del desarrollo normal y conocer al niño como un individuo único, lo que creará bases para iniciar el maravilloso viaje de la estimulación, de darle al niño la posibilidad de un futuro exitoso, de establecer con él una relación cálida, afectuosa y firme, así como de momentos inolvidables de convivencia con nuestros hijos. Hay que estimular al bebé y disfrutarlo al mismo tiempo.  Aprovecho para desearles a todas las mamás que aman a sus hijos y que les dedican tiempo de calidad, un ¡Feliz día de las Madres!

GN

"¡Sólo escuché el golpe!"

"Me volteé un segundo y escuché el golpe",  no hay que ser Pediatra para haber oído esto. Desde que era residente de Pediatría en el Hospital del Niño y "rotaba" por el Cuarto de Urgencias, atendía diariamente a bebés que se habían caído de la cama, de los brazos de sus padres o de algún mueble. Hoy, no sólo sigo viendo estos casos, si no que es una causa frecuente de llamadas. Los padres llaman al médico o llevan a los niños al Hospital porque han recibido, tras la caída, un golpe en la cabeza.

Más de la mitad de los traumatismos en la cabeza se dan en la infancia y entre el 70-80% no tienen ninguna repercusión aparte del susto, el chichón, la probable molestia y el mal rato (sobre todo para los padres).

¿Quién no ha escuchado?: ¡No lo dejes dormir! El problema no es que duerma, el problema es que no se despierte.  Sí luego de la caída, el niño o el bebé está tranquilo, actúa normalmente, no ha vomitado, tiene buen color, no ha convulsionado y no tiene dolor intenso, las probabilidades que algo ocurra son ínfimas. Y se puede dejar dormir.

Muchos papás llevan a los niños a los cuartos de urgencias para que les tomen radiografías de la cabeza luego del golpe, pero esto sólo nos va a dar luces si hay alguna fractura.  Incluso, puede haber fractura y no haber una lesión intracerebral.  Es decir, que el cerebro está bien y no ocurrió ningún tipo de sangrado, que es lo peligroso que pudiese ocurrir en estos casos.  Si un vaso sanguíneo se rompe y ocurre un sangrado en el cerebro, esto va a aumentar la presión dentro del cráneo lo que sí pondría en peligro la vida del niño.  Para que ocurra esto, el golpe o el mecanismo de trauma debe ser sumamente fuerte.

Recuerdo un día que recibí una llamada de una madre angustiada porque el niño de 11 meses (aprendiendo a caminar), se cayó y se golpeó la cabeza. La madre insistía que el bebé había llorado bastante (más o menos 5 minutos); ¡pero vamos!, ¿cómo no va a llorar si le dolió?. Incluso, si a uno mismo, un hijo nos da un cabezazo y duele, ¿cómo no le va a doler y ponerse a llorar? Es normal que lloren, incluso es mejor, pero se deben poder calmar en 10-15 minutos aproximadamente.

¿Qué más es normal? Que les duela, que se hinche el área (incluso chichones del tamaño de una bola de golf), también pueden vomitar una vez y es considerado sin riesgo.

¿Qué no es normal? Alteraciones en la conducta como irritabilidad, mucha somnolencia, convulsiones, más de un episodio de vómito. Si hay sangrado o salida de líquido transparente por la nariz o por el oído. Si camina extraño, si escucha o ve raro.  Obviamente, si el niño presenta alguna de estas situaciones señaladas o si  tiene una lesión que sangra o hundimiento en la cabeza, se recomienda que sea evaluado y vigilado prontamente.

Quiero aprovechar para darle plomo a las andaderas, deberían estar proscritas. Muchos niños que las usan andan en ellas desbocados y secundariamente a eso, las andaderas se vuelcan y los niños caen y reciben traumas en la cabeza, la mayoría severos. No se recomienda su uso ni en Panamá, ni en ninguna parte del mundo. Pero varias veces he recibido miradas fulminantes (no precisamente de los padres) por estar en contra de ellas.

Todos los niños, en algún momento, reciben uno que otro golpe en la cabeza. Lo importante es saber qué hacer, qué vigilar y cuándo deben ser evaluados.  Como mamá sé perfectamente que los golpes en la cabeza de nuestros hijos nos asustan; y ante el estrés muchas veces no sabemos qué hacer, esto solamente es una guía, lo ideal es que, si se tiene alguna duda, llamemos al médico de confianza y salgamos de la incertidumbre.


GN

¡Ay, por favor!

 Me dijo una vez un colega cuando llevó a su bebé a la cita de los dos meses de vida: ¡ponle las vacunas que le toca y hasta las que no han inventado!; otra paciente me dijo: ¿todas las vacunas son con agujas?? Ufff ¿por qué no todas son orales?, pero si hay que ponérselas, póngaselas.

¡Ojalá escuchara eso siempre! Lástima que también escucho (a mucho menor escala): yo no creo en las vacunas, no quiero que le pongan a mi hijo ni una sola vacuna. Hago la aclaración que respeto todos los puntos de vista y la decisión de cada padre o madre sobre la salud de sus hijos.

Las vacunas son inyecciones que se colocan para proteger de enfermedades peligrosas y a veces mortales, además que salvan  millones de vidas cada año, especialmente en los niños; pero los últimos años, en algunos países, han bajado dramáticamente las coberturas de vacunación en la infancia.  Hay varias corrientes anti-vacunas y por diversas razones los padres deciden no colocárselas  a sus niños. 

Recordemos que en nuestro país la mayoría de las vacunas son obligatorias y gratuitas, otras son opcionales hasta que llegue el día en que entren dentro de nuestro esquema nacional de vacunación (como la vacuna contra varicela).

Una de las mayores causas de la no vacunación es la "supuesta" relación de las vacunas con el autismo.  Esta corriente nació gracias a un señor (Andrew Wakefield) que publicó, en una prestigiosa revista de medicina en 1998, un estudio que sugería que podía haber dicha conexión secundario a la vacuna MMR (contra rubéola, sarampión y paperas). En el 2010, la Revista retiró el estudio porque se había comprobado que los datos publicados eran erróneos y que había existido fraude. Muchos estudios han comprobado que esta relación no existe, pero ya el daño está hecho.  No se sabe qué causa el autismo, pero sí se sabe que no son las vacunas. 

La mamá de una paciente me dijo un día: yo no estoy segura de ponerle esa vacuna porque en Panamá no hay esa enfermedad. Bueno, puede estar erradicado en Panamá, pero en ciertos lugares del mundo siguen circulando algunos de los agentes infecciosos involucrados, ¿que pasa si el niño o la enfermedad atraviesa fronteras? No creo que debamos depender de otros para frenar la propagación de enfermedades.  Hay que cooperar y poner de nuestra parte.

¿Cuántas veces no hemos escuchado algunos Pediatras,  de parte de los padres, que es mejor que le dé varicela o gripe que ponerle la vacuna? ¡Ay, por favor!  Se sabe que las vacunas interactúan con nuestro sistema inmune para producir una respuesta similar a la que produce la enfermedad. ¿Por qué pasar por la enfermedad si podemos evitarla a ella y sus posibles complicaciones, que incluso puede ser la muerte?

Hay muchos mitos en cuanto a las vacunas, lo cual ha repercutido negativamente en las coberturas de vacunación.  En Panamá, la cobertura de las vacunas, va entre 80-95% (excepto en áreas comarcales). Nuestro programa de vacunación es muy bueno y uno de los mejores del área (por no decir el mejor). ¡Entonces, hay que aprovecharlo! Lástima que aún hay personas que no quieran colocarle las vacunas a sus hijos, el tema es muy polémico.

Incontables veces he visto que los niños llegan al consultorio con las vacunas atrasadas, al preguntar el por qué, resulta que se obvió la colocación de la vacuna porque el niño esta enfermo. Realmente, si el pequeño está resfriado o con fiebre, sí se puede colocar la vacuna. Hay pocas excepciones para no colocarlas, ¡entonces no hay excusa! Pero,  también hay que entrenar al personal de salud que coloca las vacunas porque en ese aspecto, en vez de ayudar, atrasan el asunto.

Por ahí dicen que las personas con corrientes anti vacunas están muy informadas, pero mal informadas.  Sinceramente, creo que es cierto.  Vuelvo y repito, respeto las opiniones de estas personas, pero hay que investigar bien y poner los beneficios en la balanza. Ojalá algún día, la cobertura fuera 100%... No es malo soñar.

GN

¡No es tan fácil!

He escuchado cientos de veces: ¡no me sale leche!, ¡duele mucho dar pecho!, ¡mejor le voy a dar fórmula para que duerma más, es que estoy agotada!...  Bueno, es que nadie dijo que ofrecer lactancia materna era fácil; es más, es muy difícil y es una carrera de resistencia y no de velocidad.  

Desde que era estudiante de medicina nos decían y leíamos, que para que saliera leche sólo bastaba con pegarse al bebé al pecho y ¡listo!... ¿en realidad sonaba bastante fácil no?...  Al estudiar Pediatría fue lo mismo, sólo que con un poco más de profundidad en el  tema.  Cuando pasábamos por la sala de Neonatología o la de Maternidad, uno le insistía a las mamás que se pegaran a los bebés e incluso, a mí personalmente, me molestaba que las mamás dijeran que no podían o que no les salía nada de leche.


Cuando nació mi primera hija, ya siendo Pediatra, estaba "full" convencida que ella recibiría lactancia materna exclusiva. Al llegar a casa con ella, la chiquita quería comer cada hora u hora y media (que era normal). ¡No era tan fácil el asunto! Tenía en ese momento, una señora que me ayudaba con el cuidado de la niña y cada vez que mi hija comía, la señora me decía que ella creía que yo no tenía suficiente leche y que había que darle fórmula. Por supuesto, que luego de varios años de lavado de cerebro (desde la facultad de medicina), yo me rehusaba a la idea.  Hasta mi madre me dijo que a ella tampoco le salía leche y me dieron fórmula cuando era bebé.  Entre el cansancio, los malos consejos, la inexperiencia del primer hijo (a pesar de atender a los de otros), desistí a la idea de la leche materna exclusiva y le dimos fórmula para complementar las tomas que no quedaba satisfecha; y así fue hasta los 15 meses de vida.  Con mi segundo hijo fue diferente, ¡ya no me agarraban en esa!, y éste recibió leche materna hasta los 9 meses; luego de eso complementada con fórmula.


Para que las madres puedan iniciar y mantener la lactancia materna exclusiva exitosa durante 6 meses, la OMS y el UNICEF, recomiendan que la misma se debe iniciar en la primera hora de vida del niño (cosa que en la capital de nuestro país es difícil porque al nacer el bebé, lo llevan al cuarto de recién nacidos y la madre no lo ve hasta varias horas después).  El lactante sólo debe recibir leche materna EXCLUSIVA (ni siquiera agua, esto último un poco difícil de comprender para las abuelas) cada vez que el bebé lo demande, a pesar del cansancio y de las pocas horas de sueño durante los primeros meses.   Tampoco se deben usar biberones ni chupetes, por lo menos durante las dos primeras semanas.  Lo óptimo es que se brinde leche materna hasta los dos primeros años de vida. 


Los bebés que reciben leche materna exclusiva tienen menor incidencia de diarreas y  de enfermedades respiratorias, sin mencionar el sinnúmero de beneficios que tiene para la madre; como quemar entre 300-500 calorías al día sólo por dar pecho.

A medida que pasan los años comprendo más a las mamás, muchas no tienen la culpa de no querer dar pecho, la sociedad las obliga a recurrir a la fórmula.  Si algo he aprendido, es que para que una mamá quiera dar pecho, tiene que estar totalmente convencida de esto. Muchas madres nunca han recibido información valiosa sobre la lactancia y escuchan las recomendaciones sólo después que nace el bebé.   Para lograr que la mayoría de las mamás lo logren (a pesar del cansancio y la inversión del tiempo), hay que iniciar la educación en las escuelas, continuarla en los controles del embarazo y durante las visitas al Pediatra.

¡Si la madre no está segura de hacerlo, no lo va a lograr!...  Es curioso ver en mi consultorio, que las mamás que más dan pecho, son las mamás extranjeras.  Entonces, ¿algo está mal en nuestro país no?...  Y como le digo a las pacientes: “hay vacas lecheras y vacas no lecheras”, las mujeres no somos iguales, pero hay que intentarlo, y si se logra es GENIAL…

Se sabe que si  una mamá recibe apoyo moral de la pareja y de su entorno, el éxito aumenta; así que animen a sus maridos a que las apoyen… ahhh y ¡hago constar que el mío sí coopera!  Si logramos que la mamá esté convencida y le brinde a su bebé lechita de ella, la satisfacción va a ser enorme, la sensación de que el pequeñín necesita de ella es extraña y para muchas gratificante; pero de algo no hay duda, como me dice una amiga: ¡el vínculo que se crea es increíble!

Algunas mamás me comentan que vale la pena el sacrificio, pero yo digo que vale la pena el tiempo invertido y los beneficios para ambos. En estos momentos, tengo un bebé de un mes el cual recibe leche materna, y créanme que la satisfacción del deber cumplido supera al cansancio. Ojalá llegue el día en que la mayoría de los bebés panameños reciban leche materna, incluso aceptaría como éxito que la reciban junto con fórmula (aunque se sabe que no es lo ideal). Seguiré soñando ese momento y seguiré educando a las madres que estén a mi  alcance, así como espero no ser la única golondrina del verano.

GN