jueves, 27 de marzo de 2014

¿Existen o no existen?

Hoy llegó una amiga al consultorio con su bebé de 6 meses para una cita de control y como acompañante iba su hijo mayor de dos años. Mientras iniciaba la consulta, el de dos años fue directo a subirse y bajarse de la balanza, al decirle que cuidado se caía, la madre me dijo que los "terribles dos" estaban en su apogeo. La comprendí tanto, ya había experimentado ese sentimiento con mi hijo que ahora tiene cuatro años.

Al cumplir los dos años de vida, nuestros hijos se caracterizan por la adquisición de nuevas habilidades las cuales se acompañan de una apremiante, urgente, inevitable, insistente y obligatoria necesidad de independencia, berrinches y cambios de conducta que la mayoría de nosotros no sabemos cómo manejar ni enfrentar. Esto es lo que comúnmente conocemos como  "los terribles dos" que realmente existen y a veces no sólo dura un año, tristemente.

Pero, ¿por qué ocurre esto? : una de los aspectos principales es porque mejora notablemente su habilidad para trepar, subir y escalar todo lo que encuentren, por lo que podrá llegar mediante el uso de objetos a aquellos lugares más altos que antes no alcanzaba. También corren y saltan mejor, asociado a esto la energía (que pareciera que no se les agotará) necesitarán hacerlo (brincar, correr y en cierto momento agobiarnos a nosotros) gran parte del día, reduciendo probablemente sus tiempos de descanso y sueño.

Por otra parte los nenes de dos años están descubriendo el mundo. En este descubrimiento comienzan poco a poco a entender que no siempre son el centro, experimentando así muchas y variadas emociones que todavía no logran controlar (ni nosotros tampoco):  ansiedad, tristeza, frustración, angustia y decepción serán expresadas generalmente a través de berrinches, llanto,  rabietas, gritos o agresiones. Además, el nivel de comprensión es mayor, aún no pueden  razonar como niños más grandes o como adultos.  No comprenden el porqué de muchas cosas que le decimos o prohibimos, ni pueden medir la magnitud del peligro en la mayoría de las situaciones, aunque nosotros quisiéramos que sí lo hicieran.

Con mi segundo hijo, confieso, que muchas veces perdí la paciencia, ¡no se quedaba quieto! y para acabar de rematar no quería dormir siesta.  El "time out" nos ayudó mucho, el pobre estuvo incontables veces en una esquina llorando y "pensando" lo que había hecho mal. A mí, se me estrujaba el alma, pero muy muy en el fondo sabía que así iba a aprender poco a poco a no hacer pataletas y a obedecer. Lo que es cierto es que esa etapa pasa y entra otra en la que sí aprenden a manejar los sentimientos y la demandante energía que se les desborda.

Sabemos que afrontar la educación y crianza de un niño de dos años es difícil, estresante y muchas veces (por no decir la mayoría del tiempo) agotador. Sin embargo, como papás debemos intentar comprender a nuestros hijos y ponernos en su lugar, si sabemos por qué ocurre este periodo, tal vez los comprendamos más y tengamos un poco más de paciencia. Dejemos hasta cierto punto que tomen algunas decisiones sencillas (como escoger su ropa), tratemos de no desesperarnos ni enojarnos, por el contrario, mostremos afinidad con ellos. El castigo físico no ayuda y los vuelve más temperamentales. Contestemos sus preguntas de forma clara, no olvidemos que son niños pequeños y no adultos. Y lo más difícil de hacer es que no esperemos a que estén quietos y sin hacer nada, aunque a veces quisiéramos ponerles el botón de "off", busquémosle actividades para que agoten tanta energía.

GN

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