viernes, 28 de abril de 2017

¿Cuándo nos vemos?

La mayoría de las madres que conozco, por no decir todas, antes de tener hijos tenían una vida muy diferente. Muchas, incluyéndome, nos encontrábamos con las amigas una o varias veces por semana a comer, a tomarnos un café o simplemente a no hacer nada.

Cuando uno tiene hijos, obviamente  la vida cambia, las salidas con las amigas tristemente pasan por varios meses o años a segundo plano y los encuentros ya no son tan constantes, a veces fortuitos o se tratan de programar tanto que nunca nadie puede. Ahora con la tecnología disponible se supone que debería ser más fácil, pero no resulta así. Con varios grupos virtuales de amigas en el teléfono celular la conversación escrita comienza así:

-¡Hola! ¿Cuándo nos vemos?
-Sí, vayamos a almorzar por favor, lo necesitooooooo
-Buenísimo, pongan fecha
-¡YO quiero!
Alguna buena gente, ilusa o proactiva escribe:
-El viernes a la 1pm para almorzar en tal lugar
-Yo puedo
-Yo no puedo a esa hora, mejor más tarde
-¡Cambien de lugar! Eso está muy lejos y no llego en una hora de almuerzo
-Yo no puedo
-Yo tampoco, tengo que buscar a los niños a la escuela, mejor mañana
-Mañana no puedo porque tengo reunión
-Bueno, entonces en la noche
-En la noche tendría que llevar a mi marido
-En la noche no tengo nana
-Mejor cambiemos el día
-Digan qué día pueden mejor…
-Me avisan con varios días de antelación para programarme porfa
-Yo no puedo lunes, ni martes, ni jueves
-Yo puedo todos los días menos domingo
-Yo no puedo hasta dentro de 15 días
-¡Necesito un vino ya! Soy material dispuesto
-Vamos las que podamos el viernes a la 1pm…
-Pero la idea es ir todas
...5 horas después una escribe: ¿Cuándo es que nos vamos a ver?

¿Les suena conocido? Y así pueden pasar muchas conversaciones virtuales y la hora y día del encuentro se vuelve más difícil que una cirugía complicada. Y eso que no puse ni un solo emoji. Yo soy de las que nunca puede porque las horas que las demás pueden no me conviene, pero trato.

Las amigas alivian nuestros males, de eso no hay duda.  Siempre he dicho que no se trata de cantidades; con una o pocas  amigas basta, lo importante es que nos escuchen, nos divirtamos, pasemos un buen rato o incluso como dicen algunas amigas “arreglemos al mundo” o lo desbaratemos.

Si no somos felices, nuestros hijos tampoco. Nuestro bienestar conlleva al bienestar de los que habitan con nosotros. Incluir a las amigas en este proceso para nuestro bienestar es excelente idea. Se sabe que cuando compartimos nuestras vidas con las personas que queremos y que nos hacen sentir bien, nuestro día a día se vuelve más llevadero y por qué no decirlo, más feliz. Yo espero que cuando mis hijos y los de mis amigas estén más grandes eso cambie, pero mientras tanto, los momentos que esté con ellas en reuniones, almuerzos o cafecitos ocasionales los aprovecharé para ser más feliz. ¿Será que a los hombres les pasa parecido? Yo no he escuchado nada al respecto, así que probablemente no sea así. Capaz que dicen vamos hoy a las 6pm y todos llegan.
Entonces amigas, ¿Cuándo nos vemos?...

GN


viernes, 21 de abril de 2017

¿Analfabetismo emocional?

Hace unos meses una amiga me preguntó si podía escribir sobre la inteligencia emocional en los niños y su importancia. Desde que conversamos sobre eso, que por cierto me encanta, he tratado de prestar más atención a la educación que reciben los niños sobre este tema, muchas veces reciben información y no saben lo importante que será esto para su futuro inmediato y a largo plazo.

No solo existe una inteligencia que podemos medir por el coeficiente intelectual, también está la inteligencia emocional que es la capacidad que tiene una persona de manejar, entender, seleccionar y trabajar sus emociones y las de los demás con eficiencia y generar resultados positivos. O sea que es la habilidad para gestionar bien las emociones, tanto las nuestras como las de los demás.

Muchos estudios demuestran que lo importante en la vida no son las notas de la escuela y qué tan inteligente sean los niños, más importante que se conozcan a ellos mismos y sepan relacionarse con los demás. Nuestros hijos necesitan que se les enseñe autocontrol, autoconocimiento, a expresar  sus sentimientos, que les enseñemos la necesidad de ayudar a los demás, para así poder ser felices.

Los padres somos los principales responsables de ayudar a los niños a conformar su autoimagen, para que comiencen a ir formando su autoestima.

Hay niños y también adultos que poseen muy poca “capacidad emocional” y son incapaces de entender si están tristes o molestos, no alcanzan a distinguir la emoción y mucho menos su causa. Dicen y hacen cosas impulsivas que chocan y ellos ni siquiera se dan cuenta, no parecen ver la correlación entre lo que dicen y hacen y cómo esto afecta a otros. Se frustran fácilmente, son lo que llamamos por ahí  “malos perdedores”. No se reponen fácilmente de una pérdida y siempre pareciera que estuviesen sufriendo. Estos niños pueden tener grandes talentos intelectuales, artísticos y deportivos, pero si les hace falta esa inteligencia emocional pueden fácilmente llegar a ser unos mediocres.

Tenemos que enseñarlos a trabajar en equipo, a que sean empáticos con las personas que los rodean y que sepan sobrellevar las dificultades con serenidad, pero si nosotros mismos tratamos de resolver los problemas gritando y castigándoles sin darle las herramientas para que resuelvan sus propios problemas entonces nos imitarán y no  lograrán evolucionar positivamente.

La vida moderna en la que estamos nos hace estar más centrados en la tecnología, estar más presionados y también nos quita tiempo para estar tranquilos y reflexionar, un aspecto fundamental para potenciar la conciencia de uno mismo. Nos desconectamos fácilmente y disminuimos nuestras relaciones interpersonales de tú a tú e incrementamos la interacción cibernética. Los niños necesitan que interactuemos con ellos, que les hablemos, que los queramos, que les dediquemos tiempo real.

Los niños aprenden mucho de nosotros los padres  y  este aprendizaje les servirá a los largo de la vida. Una de las mejores herencias que le podemos dar a nuestros hijos es educarlos emocionalmente inteligentes, no seamos analfabetas emocionales.


GN

viernes, 14 de abril de 2017

Bien ilusa...

Estoy segura que mas de una se sentirá identificada conmigo, no lo dudo ni por un segundo.

Antes de ser mamá probablemente se enfrentaron a alguna situación en la que pensaron o dijeron: “Esto nunca me va a pasar cuando tenga hijos”, yo sí lo pensé y más siendo pediatra decía que todo lo podía tener bajo control, ¡Bien ilusa yo!

Mi primer encuentro cercano con esta experiencia fue hace como 8 años cuando mi hija tenía 2 años y poco.  Estábamos en un almacén e íbamos a comprar un traje de baño para unas clases de piscina, ella agarró uno talla 10 y yo le dije que ese no era su talla, que me lo diera para buscar el de su tamaño. De la nada la pequeña tuvo una transformación como si estuviera poseída por una criatura del espacio y se tiró al piso a patalear y a llorar, sinceramente quedé perpleja, era una mezcla de trágame tierra combinado con vergüenza y furia. Me fui directo a la caja y la dejé llorando en el piso, en el camino me miraban las típicas señoras diciendo “no” con la cabeza como si yo fuera la peor mamá del mundo. Al darse cuenta la criatura que me alejaba salió corriendo para alcanzarme y se tiró nuevamente al piso cuando estaba pagando, terminé y me fui del almacén y ella se paró como si nada hubiese pasado y seguimos el camino. Fue la única vez que me hizo una pataleta en público, pero nunca pensé que pasaría, con mis otros ha sido diferente, cada uno con su historia.

Dice una amiga que antes de ser mamá nunca se imaginó que pensaría tanto subirse a un avión ahora que tiene dos hijas, es que las experiencias en los aviones con niños pueden ser tantas que uno lo piensa, yo he tenido buenas y malas. Antes de ser mamá nunca  pensé que yo iba a ser la mamá del niño que lloraba todo el viaje y que uno quiere que se calle porque ya no soporta un llanto más y sin que nadie se ofrezca a ayudar. Me pasó con mi hija que al subir al avión empezó a vomitar y le pedí a las personas que estaban cerca del baño si me podían cambiar el puesto y todas me dijeron que no, incluso el señor que estaba en el asiento del pasillo al lado nuestro me dijo que no quería cambiar y yo con unas ganas muy grandes de decirle a mi hija que lo vomitara encima de tantas veces que teníamos que salir al baño.

También me ha pasado que  en momentos de desesperación le doy el teléfono celular para obtener paz y tranquilidad en determinado momento a pesar de que se que no es la mejor forma de resolver el problema.

Nunca pensé tampoco que poder tomar una ducha tibia y en tranquilidad total fuera un lujo. Hoy antes de escribir esto, todos mis hijos estaban listos para dormir, entro al baño, prendo el agua de la ducha y la pongo en la temperatura perfecta, me meto al agua, cierro los ojos y de repente escucho “mami…”, ¿de verdad? No puede ser que mi baño hubiese sido interrumpido, pero no se porqué aun me extraño si lo he experimentado innumerables ocasiones.

Y tú, ¿pensaste algún momento que era cierto eso que te decían que nunca más en tu vida volverías a dormir igual que antes de ser mamá? Totalmente cierto que cambia la vida por completo, pero igual amo la vida de mamá con todo y las pataletas, llantos, gritos e interrupciones constantes.


GN

viernes, 7 de abril de 2017

Carta a los maestros de hoy...

A los maestros de hoy:

Indudablemente que hay que tener vocación para ejercer su profesión, no cualquiera logra ser un buen maestro, lo mismo pasa en todas las profesiones.  Convivir y lidiar con infantes, niños y jóvenes a diario puede resultar extenuante en un momento dado, pero muchas veces resulta gratificante, lo vivo a diario en mi profesión, aunque sea diferente.

A mi forma de ver, ser maestro hoy en día tiene muchas ventajas.  La tecnología con la que contamos hace que tengamos la información al minuto, que las clases puedan se más ricas en material y más llamativas para los estudiantes, se pueden comunicar muy rápido con los padres de los niños si es necesario. Lo malo es que si ocurre algún incidente, la información llega a muchas personas en unos segundos, sea verdadera o falsa. Los grupos de mensajes de texto que forman las madres  son a veces caóticos, pueden destruir a un maestro en minutos si a la mayoría del grupo le fue mal en cierto examen o si dejan mucho material para estudiar, pero pueden ayudar a que la información llegue a la mayoría de los acudientes en forma rápida.

Me acuerdo que cuando yo estudiaba en la escuela, los maestros eran la ley y el orden, había que hacer caso a los maestros y muchas veces los padres de familia tenían que acatar las decisiones de los maestros aunque no fueran justas en ocasiones.  Hoy en día, hay que tener cuidado hasta de alzarle la voz a los niños porque puede considerarse por muchos, maltrato psicológico y como una medida antipedagógica que afecta al alumno en su proceso de aprendizaje.

Les tengo un consejo aunque no me lo hayan pedido: nunca comparen a los niños, todos son diferentes a pesar de tener la misma edad. Probablemente la forma de enseñar que resulte para unos, no resulta para todos, hay que individualizar según la capacidad del niño. Obviamente es difícil al estar con muchos niños a la vez, lo se,  lo he experimentado en el poco tiempo de docente que llevo, pero de eso se trata, que el niño se sienta a gusto aprendiendo y se sienta comprendido por sus maestros. 

Dejen huellas, a veces vale mas comprender al niño y que éste se sienta escuchado y querido que la información que le puedan ofrecer y que nunca más la utilizará en su vida. 

Tengan paciencia, ser maestro no es fácil, habrá días buenos y días malos. Es casi imposible que los alunen se queden sentados y presten atención las 6 horas de clases y qué decir de los niños más pequeños. Crean en sus alumnos y tengan expectativas positivas. Enaltezcan los tributos y fortalezas de cada niño, no insistan en sus debilidades, el refuerzo positivo actúa mejor que el negativo. No deseen alumnos perfectos sino felices. Necesitamos buenas enseñanzas para que nuestro país progrese, la educación es la clave.

Gracias a los buenos maestros por ser parte de la vida de mis hijos, algunos ya han dejado una huella imborrable que estoy segura durará por años, otros no tan buenas, pero así es la vida porque nos encontraremos con todo tipo de personas en nuestro diario vivir. Por ahora van ganando los buenos maestros...

GN
Mamá de tres