Una de las cosas que más me preocupaba de mis hijos era la alimentación. El de 8 años comía pero su cuerpo no probaba vegetales ni frutas por poco más de 5 años, algunas texturas y olores en la comida le daban nauseas y lo hacían vomitar. El de 4 años tenía 5-6 comidas en su menú y no había forma conocida por mí que hiciera que probara algo distinto, sumamente inflexible, era una batalla que no quería pelear, pero no podíamos seguir así, si no comemos bien nuestro cuerpo lo siente y nuestro cerebro también, así que una de las luchas que no quería hacer la tratamos de hacer aunque nos sacara de nuestra zona de confort imaginaria.
Paso a compartirles uno de nuestros días de las intensivas terapias a las que acudimos meses atrás. Este es solo un día. Tenía varias terapias al día, una de ellas nutricional, para enseñarles a comer más cosas y mejor. Cuando miro hacia atrás pienso que me costaron bastante esfuerzo mental pero al final valió la pena. Cuando uno realiza que haces las cosas mal y que parte del problema es uno mismo y no tanto el niño más cuesta cambiar.
Miércoles, 16 de mayo de 2018
Hoy llegamos a la terapia temprano, como 20
minutos antes de la hora de inicio, los niños van directo al áreas
de juegos. Me quedé esperando
en la sala de espera de los padres hasta la hora que me dejaran entrar a la terapia
de nutrición. La sala de
espera estaba llena de mamás
hablando y con mucho ruido, casi todas mamás latinas.
A las 11:30 am, me fue a buscar mi hijo del medio, el de 8 años, con
la terapeuta, hoy tenía
que incluir alimentos que yo quiero que coman en casa. El menú que preparé tempranito en la mañana antes que ellos despertaran fue pasta
en forma de lazitos con queso parmesano y aceite de oliva, pollito a la
plancha, brócoli y zanahorias,
mas manzanas de postre.
Cuando entramos al cuarto de la terapia
nutricional me senté frente
a mi hijo y a su lado en la mesa la terapeuta, esta terapia es en inglés ya que la terapeuta no habla español.
Le presentaron una aceitinas y las apartó del plato, me dijo
que no las quería y que eso era
salado. Luego le sirvieron en un plato la pasta y el pollito que incluía tomate, mas los vegetales. Le hicieron
probar las aceitunas y le advirtieron que si las sacaba de la boca volvían para dentro, con eso y toda la comida.
Empezó
a comer pasta y cuanto tocó
zanahorias y brócoli las ganas de vomitar no se hicieron nulas. El “gagghhh”
y las nauseas estaban presentes, pero tenía que comerlas. Me sentaron luego a un lado porque me dijo la
terapeuta que estando frente a él
me controlaba y sabía que me estaba
haciendo sentir mal con sus manerismos y ganas de vomitar.
Para él fue una "tortura" o por lo menos así lo sentía yo, hasta llanto y sentimiento de tristeza brotaba de
su cara o era lo que yo veía. Me costó no
decirle que lo amaba y que estaba ahí por su bien. Se tenía que notar mi cara cuando la terapeuta
me dijo que la terapia nutricional era como otra terapia, por ejemplo si uno se
quiebra un pie y dejas de usarlo, luego cuando inicia la terapia duele y la movilización de los músculos
es como si se les enseñara
desde el inicio, pero que al final resultaba positivo. Al final se comió toda la comida con
muchísimo esfuerzo, ya
no sabía que era actuación de su parte y cuál gesto era real. Le había puesto de postre unas manzanas pero al
dárselas le pusieron
mantequilla de almendras y caramelo. Para mi sorpresa se las comió sin protestar , lo único que dijo es que lo salado de la
mantequilla de almendras no le había
gustado. En secreto trataba de decirme en voz muy bajita que por favor no le
volviera a mandar vegetales. Ya no sabía si reír
o llorar.
Al acabar volví
al cuarto de espera de los padres y muy pronto me
llamaron para que fuera a la de mi hijo pequeño, el que come si acaso 5 cosas en su vida, no permite que le
cambie espaguetis por otro tipo de pasta y es sumamente inflexible. Sabía que iba a ser duro entrar y así lo fue.
Apenas me vio se quiso parar de la silla y
la terapeuta le indicó que se quedara sentado, pero no hizo caso, al ella agarrarlo para
volver a sentarlo se tiro al piso y empezó
una gran pataleta, ella tuvo que manejar la pataleta que duró mas o menos 10
minutos, tenía el impulso de
irlo a buscar, abrazarlo y decirle que si no quería comer no era necesaria, pero ese es el problema, él controla la hora de su comida y lo que
come, o sea que realicé que parte del problema soy yo, no puede seguir indicaciones en
cuanto a comida se refiere porque él
siempre da las indicaciones. Cuando aceptó sentarse en la
silla, solo decía que quería estar al lado de mami, pero había que romper el patrón, cosa que va a ser sumamente difícil. Si no rompemos el patrón de que él tiene el control de la comida
no vamos a tener resultados positivos.
Creo que aprendió
que lo que hace tiene consecuencias, no creo que
quiera pasar por esa lucha de poder porque no tendrá
el final que él quiere. No comió nada.
Al salir él estaba desconsolado, me decía que se quería
ir en el carro y que quería estar con mami, sentí que
no le cumplí como
mamá, pero al final el
sentimiento de haberle “fallado” y “no haberlo salvado” lo tenía yo, pero sabía,
pensando frío, que no le estaba
haciendo daño. Cuando regresé entré en llanto, me sentía mal conmigo misma y porque él “había sufrido” y no lo había abrazado. En eso llegó la terapeuta y
conversó conmigo,
entiendo perfectamente qué es lo que está haciendo, tendré que tener paciencia y tener cabeza y pensamientos fríos. Creo que soy sumamente sentimental,
lo único que pido es
tener un final feliz con resultados positivos, estas semanas serán largas…
Cuando me entregaron a mis hijos al final
del día de terapias, mi
hijo menor, me vio con cara de indignación y de tristeza, cuando le pregunté
qué le pasaba me contestó:
mamá, es que peleé con la señora de la cocina, lo siento.