viernes, 27 de julio de 2018

Prefiero pisar un bloque de juguete

¿Has pisado alguna vez una pieza de los famosos bloques de LEGO? Yo sí, duele y me amargo porque dejan las cosas tiradas, pero generalmente son aquellas que sobraron del paquete o que se cayeron.

Después de pasar por las consecuencias de los efectos que producen las pantallas  (teléfonos, tabletas, videos de you tube, videojuegos) en mis hijos nos volcamos porque traten de jugar el tiempo que no estén en la escuela y en los ratos libres, aparte de tratar que lean libros. Obviamente al hacer esto hay juguetitos por todas la casa, a pesar que recojan, uno que otro queda perdido y fuera de lugar y llegan a los pies o a las "pompas" de alguien al sentarse.

Los beneficios del juego son tantos que vale la pena intentarlo. El juego es un elemento básico para el desarrollo del niño, a través de él exploran, prueban y descubren el mundo. Los juguetes proporcionan momentos de felicidad lo que se relaciona directamente con aumento de bienestar y autoestima. Además, contribuye positivamente en todos los aspectos del desarrollo: psicomotor, intelectual, social y emocional-afectivo.

Cuando un niño le gusta y aprende a jugar puede pasar minutos y horas haciendo lo que le gusta. Yo recuerdo que me encantaba armar rompecabezas, aún me encanta, y cuando me compraban uno no me paraba de la mesa o el suelo hasta acabarlo, eso creo que fue lo que hizo que creciera en mí la perseverancia y saber que luego del esfuerzo valía la pena el resultado. Uno dirá, pero que esfuerzo puede tener armar legos, rompecabezas o juegos parecidos, pues de esas pequeñas cosas aprenden los niños, sino aprenden de pequeñas cosas, ¿Cómo lo harán de grandes con situaciones de la vida real? ¿Cómo sabrán persistir y esforzarse con un proyecto universitario si no han practicado lo suficiente de niños? ¿Cómo trabajarán en equipo si jugaron poco con otros niños o no lo suficiente por estar invirtiendo su tiempo en videojuegos o videos que ni siquiera son educativos?

Yo entiendo perfectamente que a veces estamos cansados y no queremos jugar con los niños y es más fácil ver televisión con ellos o que ellos la vean solos mientras nosotros descansamos un rato, pero se nos va a ir el tiempo y cuando empiecen a tener problemas más adelante será un poco tarde.

A veces pienso que prefiero pisar una pieza de bloques de juguete, carritos o carteritas de muñecas y que no hacerlo porque quiere decir que no están jugando lo suficiente.

No perdamos el tiempo o mejor dicho, no dejemos que el tiempo de nuestros hijos lo inviertan mal.

GN

viernes, 20 de julio de 2018

Momento especial

Me encanta ver nacer a los bebés, ser espectadora del milagro de la vida me da ánimos, presencia el primer momento en que una madre ve con sus propios ojos a la criatura que llevaba dentro y casi poder sentir el amor que se desborda, la energía positiva que cae en ese binomio es indescriptible y qué decir cuando está papá, mamá y el nuevo inquilino del mundo y de su mundo, es maravilloso, nunca me cansaré de verlo, es de las mejores cosas de mi profesión. Es un momento perfecto, pero la perfección muchas veces se va desapareciendo y empiezan los momentos que me incomodan y de los que estoy en contra.

Es obvio que la familia esté feliz y que quiera celebrar, que se brinde y que se haga una fiesta pero el hospital no es el mejor lugar. Hay veces que no caben las personas en las habitaciones de la cantidad de visitas que hay, hay comida, música, licor e innumerable cosas más. Una vez me encontré en una habitación camareros, luces de discotecas, las luces apagadas y  música alta. Mis pensamientos no entendían. El Hospital no es el lugar adecuado para hacer esas fiestas y celebraciones.  Hay culturas que hacen la celebración tiempo después que la madre y el bebé están en casa, lo que me parece más adecuado.

Luego de esperar al bebé por varios meses y querer conocerlo debe continuar ese vínculo especial, la madre puede aprovechar para establecer una buena lactancia, y un excelente apego, aprender a manejar y manipular al bebé y seguir conociéndolo. No me parece nada apropiado que esté rodeado de bulla, muchas personas que vienen de la calle, incluso he visto apersonas que visitan y que se encuentran enfermas, niños que corren por todo el hospital y que no precisamente son los hermanos, lo cuales deberían estar presentes en este periodo. Todavía no consigo mamá que diga que las visitadera es agotadora, que estar pendiente de todo y de todos cansa. La mamá está intentando dar pecho y hay 5 o más personas viéndola y opinando, nada mas de escribirlo me enfurece.

Mil veces lo digo, lo repito y lo seguiré diciendo, nunca entenderé esta parte de la cultura de la cual no estoy de acuerdo. Es un momento íntimo, especial y que se debería aprovechar hasta el último minuto. Yo comprendo la felicidad, es un gran acontecimiento, pero todo tiene su lugar y su momento.  Recordemos que también hay otros pacientes cerca de esas habitaciones, gente enferma que necesita descansar. Justo en una de esas habitaciones que había música y brindis, en la habitación contigua estaba una señora que había perdido a su bebé a las 38 semanas de embarazo, ¿cómo piensan que se sentía con ese dolor inexplicable de la pérdida escuchando pura felicidad, risas y música al lado de ella? No quiero ni imaginarlo.  Obviamente se quejaron y pidieron que bajaran el ruido de la habitación del jolgorio.

Ojalá que la mentalidad cambiara o las costumbres se adaptaran al momento. Siempre se puede celebrar pero en el lugar adecuada. Paso muchas veces por  estar en contra del ruido y la visitadera, pero no pierdo la esperanza que en un futuro los programas de apego y las normas de los hospitales privados cambien en cuanto a este tema. Es un momento especial y hay que cuidarlo, apreciarlo y darle su lugar.

GN

viernes, 13 de julio de 2018

Un día de terapia

Una de las cosas que más me preocupaba de mis hijos era la alimentación. El de 8 años comía pero su cuerpo no probaba vegetales ni frutas por poco más de 5 años, algunas texturas y olores en la comida le daban nauseas y lo hacían vomitar. El de 4 años tenía 5-6 comidas en su menú y no había forma conocida por mí que hiciera que probara algo distinto, sumamente inflexible, era una batalla que no quería pelear, pero no podíamos seguir así, si no comemos bien nuestro cuerpo lo siente y nuestro cerebro también, así que una  de las luchas que no quería hacer la tratamos de hacer aunque nos sacara de nuestra zona de confort imaginaria.

Paso a compartirles uno de nuestros días de las intensivas terapias a las que acudimos meses atrás. Este es solo un día. Tenía varias terapias al día, una de ellas nutricional, para enseñarles a comer más cosas y mejor. Cuando miro hacia atrás pienso que me costaron bastante esfuerzo mental pero al final valió la pena. Cuando uno realiza que haces las cosas mal y que parte del problema es uno mismo y no tanto el niño más cuesta cambiar.


Miércoles,  16 de mayo de 2018


Hoy llegamos a la terapia temprano, como 20 minutos antes de la hora de inicio, los niños van directo al áreas de juegos. Me quedé esperando en la sala de espera de los padres hasta la hora que me dejaran entrar a la terapia de nutrición. La sala de espera estaba llena de mamás hablando y con mucho ruido, casi todas mamás latinas. 

A las 11:30 am, me fue a buscar mi hijo del medio, el de 8 años, con la terapeuta, hoy tenía que incluir alimentos que yo quiero que coman en casa. El menú que preparé tempranito en la mañana antes que ellos despertaran fue pasta en forma de lazitos con queso parmesano y aceite de oliva, pollito a la plancha, brócoli y zanahorias, mas manzanas de postre.

Cuando entramos al cuarto de la terapia nutricional me senté frente a mi hijo y a su lado en la mesa la terapeuta, esta terapia es en inglés ya que la terapeuta no habla español.

Le presentaron una aceitinas y las apartó del plato, me dijo que no las quería y que eso era salado. Luego le sirvieron en un plato la pasta y el pollito que incluía tomate, mas los vegetales. Le hicieron probar las aceitunas y le advirtieron que si las sacaba de la boca volvían para dentro, con eso y toda la comida.
Empezó a comer pasta y cuanto tocó zanahorias y brócoli las ganas de vomitar no se hicieron nulas. El gagghhh y las nauseas estaban presentes, pero tenía que comerlas.  Me sentaron luego a un lado porque me dijo la terapeuta que estando frente a él me controlaba y sabía que me estaba haciendo sentir mal con sus manerismos y ganas de vomitar.

Para él fue una "tortura" o por lo menos así lo sentía yo, hasta llanto y sentimiento de tristeza brotaba de su cara o era lo que yo veía. Me costó no decirle que lo amaba y que estaba ahí por su bien.  Se tenía que notar mi cara cuando la terapeuta me dijo que la terapia nutricional era como otra terapia, por ejemplo  si uno se quiebra un pie y dejas de usarlo, luego cuando inicia la terapia duele  y la movilización de los músculos es como si se les enseñara desde el inicio, pero que al final resultaba positivo. Al final se comió toda la comida con muchísimo esfuerzo, ya no sabía que era actuación de su parte y cuál gesto era real. Le había puesto de postre unas manzanas pero al dárselas le pusieron mantequilla de almendras y caramelo. Para mi sorpresa se las comió sin protestar , lo único que dijo es que lo salado de la mantequilla de almendras no le había gustado. En secreto trataba de decirme en voz muy bajita que por favor no le volviera a mandar vegetales. Ya no sabía si reír o llorar.

Al acabar volví al cuarto de espera de los padres y muy pronto me llamaron para que fuera a la de mi hijo pequeño, el que come si acaso 5 cosas en su vida, no permite que le cambie espaguetis por otro tipo de pasta y es sumamente inflexible. Sabía que iba a ser duro entrar y así lo fue.
Apenas me vio se quiso parar de la silla y la terapeuta le indicó que se quedara sentado, pero no hizo caso, al ella agarrarlo para volver a sentarlo se tiro al piso y empezó una gran pataleta, ella tuvo que manejar la pataleta que  duró mas o menos 10 minutos, tenía el impulso de irlo a buscar, abrazarlo y decirle que si no quería comer no era necesaria, pero ese es el problema, él controla la hora de su comida y lo que come, o sea que realicé que parte del problema soy yo, no puede seguir indicaciones en cuanto a comida se refiere porque él siempre da las indicaciones.   Cuando aceptó sentarse en la silla, solo decía que quería estar al lado de mami, pero había que romper el patrón, cosa que va a ser sumamente difícil. Si no rompemos el patrón de que él tiene el control de la comida no vamos a tener resultados positivos.

Creo que aprendió que lo que hace tiene consecuencias, no creo que quiera pasar por esa lucha de poder porque no tendrá el final que él quiere. No comió nada.

Al salir él estaba desconsolado, me decía que se quería ir en el carro y que quería estar con mami, sentí que no le cumplí como mamá, pero al final el sentimiento de haberle fallado y no haberlo salvado lo tenía yo, pero sabía, pensando frío, que no le estaba haciendo daño. Cuando regresé entré en llanto, me sentía mal conmigo misma y porque él había sufrido y no lo había abrazado. En eso llegó la terapeuta y conversó conmigo, entiendo perfectamente qué es lo que está haciendo, tendré que tener paciencia y tener cabeza y pensamientos fríos. Creo que soy sumamente sentimental, lo único que pido es tener un final feliz con resultados positivos, estas semanas serán largas


Cuando me entregaron a mis hijos al final del día de terapias, mi hijo menor, me vio con cara de indignación y de tristeza, cuando le pregunté qué le pasaba me contestó: mamá, es que peleé con la señora de la cocina, lo siento.

GN