viernes, 13 de julio de 2018

Un día de terapia

Una de las cosas que más me preocupaba de mis hijos era la alimentación. El de 8 años comía pero su cuerpo no probaba vegetales ni frutas por poco más de 5 años, algunas texturas y olores en la comida le daban nauseas y lo hacían vomitar. El de 4 años tenía 5-6 comidas en su menú y no había forma conocida por mí que hiciera que probara algo distinto, sumamente inflexible, era una batalla que no quería pelear, pero no podíamos seguir así, si no comemos bien nuestro cuerpo lo siente y nuestro cerebro también, así que una  de las luchas que no quería hacer la tratamos de hacer aunque nos sacara de nuestra zona de confort imaginaria.

Paso a compartirles uno de nuestros días de las intensivas terapias a las que acudimos meses atrás. Este es solo un día. Tenía varias terapias al día, una de ellas nutricional, para enseñarles a comer más cosas y mejor. Cuando miro hacia atrás pienso que me costaron bastante esfuerzo mental pero al final valió la pena. Cuando uno realiza que haces las cosas mal y que parte del problema es uno mismo y no tanto el niño más cuesta cambiar.


Miércoles,  16 de mayo de 2018


Hoy llegamos a la terapia temprano, como 20 minutos antes de la hora de inicio, los niños van directo al áreas de juegos. Me quedé esperando en la sala de espera de los padres hasta la hora que me dejaran entrar a la terapia de nutrición. La sala de espera estaba llena de mamás hablando y con mucho ruido, casi todas mamás latinas. 

A las 11:30 am, me fue a buscar mi hijo del medio, el de 8 años, con la terapeuta, hoy tenía que incluir alimentos que yo quiero que coman en casa. El menú que preparé tempranito en la mañana antes que ellos despertaran fue pasta en forma de lazitos con queso parmesano y aceite de oliva, pollito a la plancha, brócoli y zanahorias, mas manzanas de postre.

Cuando entramos al cuarto de la terapia nutricional me senté frente a mi hijo y a su lado en la mesa la terapeuta, esta terapia es en inglés ya que la terapeuta no habla español.

Le presentaron una aceitinas y las apartó del plato, me dijo que no las quería y que eso era salado. Luego le sirvieron en un plato la pasta y el pollito que incluía tomate, mas los vegetales. Le hicieron probar las aceitunas y le advirtieron que si las sacaba de la boca volvían para dentro, con eso y toda la comida.
Empezó a comer pasta y cuanto tocó zanahorias y brócoli las ganas de vomitar no se hicieron nulas. El gagghhh y las nauseas estaban presentes, pero tenía que comerlas.  Me sentaron luego a un lado porque me dijo la terapeuta que estando frente a él me controlaba y sabía que me estaba haciendo sentir mal con sus manerismos y ganas de vomitar.

Para él fue una "tortura" o por lo menos así lo sentía yo, hasta llanto y sentimiento de tristeza brotaba de su cara o era lo que yo veía. Me costó no decirle que lo amaba y que estaba ahí por su bien.  Se tenía que notar mi cara cuando la terapeuta me dijo que la terapia nutricional era como otra terapia, por ejemplo  si uno se quiebra un pie y dejas de usarlo, luego cuando inicia la terapia duele  y la movilización de los músculos es como si se les enseñara desde el inicio, pero que al final resultaba positivo. Al final se comió toda la comida con muchísimo esfuerzo, ya no sabía que era actuación de su parte y cuál gesto era real. Le había puesto de postre unas manzanas pero al dárselas le pusieron mantequilla de almendras y caramelo. Para mi sorpresa se las comió sin protestar , lo único que dijo es que lo salado de la mantequilla de almendras no le había gustado. En secreto trataba de decirme en voz muy bajita que por favor no le volviera a mandar vegetales. Ya no sabía si reír o llorar.

Al acabar volví al cuarto de espera de los padres y muy pronto me llamaron para que fuera a la de mi hijo pequeño, el que come si acaso 5 cosas en su vida, no permite que le cambie espaguetis por otro tipo de pasta y es sumamente inflexible. Sabía que iba a ser duro entrar y así lo fue.
Apenas me vio se quiso parar de la silla y la terapeuta le indicó que se quedara sentado, pero no hizo caso, al ella agarrarlo para volver a sentarlo se tiro al piso y empezó una gran pataleta, ella tuvo que manejar la pataleta que  duró mas o menos 10 minutos, tenía el impulso de irlo a buscar, abrazarlo y decirle que si no quería comer no era necesaria, pero ese es el problema, él controla la hora de su comida y lo que come, o sea que realicé que parte del problema soy yo, no puede seguir indicaciones en cuanto a comida se refiere porque él siempre da las indicaciones.   Cuando aceptó sentarse en la silla, solo decía que quería estar al lado de mami, pero había que romper el patrón, cosa que va a ser sumamente difícil. Si no rompemos el patrón de que él tiene el control de la comida no vamos a tener resultados positivos.

Creo que aprendió que lo que hace tiene consecuencias, no creo que quiera pasar por esa lucha de poder porque no tendrá el final que él quiere. No comió nada.

Al salir él estaba desconsolado, me decía que se quería ir en el carro y que quería estar con mami, sentí que no le cumplí como mamá, pero al final el sentimiento de haberle fallado y no haberlo salvado lo tenía yo, pero sabía, pensando frío, que no le estaba haciendo daño. Cuando regresé entré en llanto, me sentía mal conmigo misma y porque él había sufrido y no lo había abrazado. En eso llegó la terapeuta y conversó conmigo, entiendo perfectamente qué es lo que está haciendo, tendré que tener paciencia y tener cabeza y pensamientos fríos. Creo que soy sumamente sentimental, lo único que pido es tener un final feliz con resultados positivos, estas semanas serán largas


Cuando me entregaron a mis hijos al final del día de terapias, mi hijo menor, me vio con cara de indignación y de tristeza, cuando le pregunté qué le pasaba me contestó: mamá, es que peleé con la señora de la cocina, lo siento.

GN

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