viernes, 22 de junio de 2018

Una aventura dentro de la odisea

Cuando llegó la hora de irme con mis dos hijos para las terapias, solo pensaba que eran tres semanas,  parecía poco pero en realidad era bastante tiempo.  La semana antes estaba realmente enredada, trataba de adelantar la mayor cantidad de trabajo por lo que se hizo pesado, agregado a eso con  las actividades extracurriculares de los tres niños sentía que no me daba abasto y  llegó un momento en que estaba muy estresada y no me había dado cuenta de ello.  Las personas a mi alrededor sí se habían dado cuenta, sobre todo los que viven conmigo.

El día antes de irnos ni siquiera había empacado maletas, le pedí a mi esposo que me llevara a comer helado, probablemente porque necesitaba pensar en otra cosa, le pregunté si  no podía ir a dejarnos al país en cuestión para ayudarnos, pero en realidad se hacía muy dicícil y ya faltaban menos de 20 horas para partir.  Pensar que tenía que irme con dos niños,  alquilar un carro , llegar a una casa que no conocía, hacer supermercado, manejar por calles que en mi vida había ido,  llegar a las terapias sola con ellos me causaba mucho impacto mental.

Llegó el momento de despedirme  de mi hija mayor,  se me desbordaban las lágrimas, el estar lejos de ella tanto tiempo me ponía triste. En el trayecto de la casa al aeropuerto no podía ni hablar, sentía un gran peso en mi. Al llegar al aeropuerto mi esposo se bajó con nosotros para poder hacer los trámites migratorios y que fueran más fáciles para mi. Al despedirme de él y pasar migración las lágrimas  se se me desbordaban, no lo podía evitar.

Fui caminando a la puerta de embarque y me senté allí a pensar qué era lo que iba hacer con mis hijos, realmente no parecía tan difícil la rutina de todos los días pero sinceramente me causaba estrés. En eso recibo un mensaje de mi esposo que decía que podía ser que pudiera ir con nosotros a dejarnos y regresar al día siguiente a Panamá. Lo primero que pensé fue: ¿mi hija con quién se va quedar? y él me respondió que se podría quedar con alguna abuela. Inmediatamente empecé con taquicardia, faltaban 45 minutos para que cerrara la puerta embarque y muy pronto íbamos a empezar a abordar. El problema no era que mi esposo fuera conmigo, el problema era que decidió que mi hija también iba así que necesitamos carta de un notario público para que ella pudiera pasar migración y se le ocurrió que si estaba en migración obviamente no necesitamos la carta porque ambos padres estábamos ahí presentes, pero faltaban 45 minutos para que cerrara la puerta embarque.

Creo que habían pasado 10 minutos cuando mi esposo  me dijo que ya había comprado el pasaje y que iba  a buscar a mi hija al ensayo de ballet en el que se encontraba para poder ir al aeropuerto,  así que yo tenía que estar en migración para que ella pudiese pasar con él. Creo que fue la gota que hizo que me derramara,  no podía parar de llorar, no sabía si lograría ir a migración a esperarlos que pasaran y regresar a la puerta para abordar con mis dos hijos. Cuando mi esposo me dijo que estaba en camino al aeropuerto con mi hija y que tenía que estar en migración fui a preguntar a la puerta embarque cuánto tiempo exactamente tenía para poder abordar el avión antes que cerraran la puerta. Tenía más o menos como 25 minutos para poder hacer todo eso.

Le dije a los niños:  Niños, corran!  Los tres salimos corriendo por todo el aeropuerto para tratar de llegar a migración, cuando llegue al lugar donde uno pasa migración,  le dije a la joven que necesitaba pasar para poder ver a mi hija y a mi esposo para que mi hija pudiese pasar con mi esposo. La señora me dijo que tenía que salir por el otro lado de migración, el área cuando uno llega al país y volver a entrar al aeropuerto. Colapsé, no aguanté más,  me desbordé completamente, me dió un ataque de ansiedad y no podía parar de llorar, ni siquiera podía hablar, tanto pues sí que la señora de migración se asustó y llamo al encargado. El señor me decía que me calmara para poder ayudarme pero yo no podía hablar, solo lloraba. Respiré profundo y en uno de esos suspiros  le expliqué al señor la situación y que en más o menos  18 minutos cerraba mi puerta de embarque. El encargado tomó mi pasaporte y me hizo firmar un papel que hasta ahora no sé qué papel firmé,  como a los cinco minutos el señor me entregó mi pasaporte y me dijo:  señora, corra y vaya a su puerta. Salí corriendo con los dos niños,  el chiquito se caía de lo rápido que corría, el grande corría a toda velocidad y mis lágrimas seguían corriendo por mis mejillas, seguro le caían a las personas que venían detrás.

Llegue a la puerta de embarque y solamente faltaban dos personas para abordar. Cuando iba  a entrar al avión escuché mi nombre y cuando volteé  era mi esposo y mi hija que habían  logrado pasar y querían despedirse de nosotros , me senté en el avión y llore todo el vuelo. Mi hijo pequeño me pregubtaba por qué estaba triste y el de 8 años me decía que todo iba a salir bien....

GN



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