Estoy preparando maletas para salir de
viaje con mi hija mayor y tratando de que no se me quede nada, por lo menos las
cosas esenciales y que no pueda conseguir en el otro país. Es sumamente
importante hacer que los niños se sientan cómodos en el viaje para que no nos
cueste tanto el mismo, sobre todo si vamos solos con ellos y sin ayuda.
Esto me hizo recordar que cuando mi hija
mayor tenía 4 años y el del medio tenía un año me tocó viajar sola para
encontrarme con mi esposo en nuestro destino. Sólo de pensar la travesía “se me
paran los pelitos”. Llevaba al bebé en
una cangurera y a la niña en un cochecito, mas la maleta de mano y el bolso.
Cuando nos registramos me dijeron que el vuelo estaba lleno y que la niña (de 4
años) iba en asiento separado. ¿Cómo así? Por más que trataba de explicarle al
señor de la aerolínea que cómo iba a estar separada, me decía que no podía
hacer nada y que tenía que pedirle al pasajero de al lado que me cambiara el
asiento. Por supuesto que nadie se negó, pero por parte de la aerolínea era
incomprensible. Finalmente despegamos y
la niña nunca se durmió y el bebé no lo quiso hacer ni un minuto y brincó sobre
mí las 3 horas de vuelo, ya que por ser menos de 2 años no tenía asiento. Y ni hablar de las idas al baño del avión con ambos niños, cambiar al bebé en plena turbulencia es una historia aparte. En verdad compadecí al señor que se sentó justo al lado.
Al bajar del avión sólo había una fila en
migración para extranjeros y quedamos de últimos, sin coche ni cangurera porque
me las quitaron al subir al avión para enviarlas por carga. Los 2 niños corrían
por toda migración, hasta que se acercó una señora del aeropuerto para
preguntarme si necesitaba ayuda, ¡claro que necesitaba ayuda! Necesitaba mi
coche y mi cangurera que estaba dentro. La amable señora me los consiguió y
acto seguido ambos niños se quedaron dormidos.
Ufff, ¡por fin!, cuando me dirigí a aduana me dijeron que tenía que
sacar a la niña del coche y sacar al bebé, además de quitarle los zapatos, ¡en
verdad casi lloro!, le dije a los señores que por favor me ayudaran, pero lo
hicieron aunque de mala gana. Ojalá todo
terminara ahí, tenía que esperar las maletas. Así que era bebé cargado, niña en
coche, bolso, maleta de mano y dos maletas.
¡Quería llorar nuevamente!. Cómo pude me trasladé al otro extremo del
aeropuerto donde me encontraría con mi esposo. Los pobres niños morían de
hambre porque no me dejaron en esa época subir leche ni comida y la del avión
no les gustó, así que encontré una máquina de burundangas y de eso se
alimentaron hasta que llegó mi esposo. Lo primero que le dije antes de
saludarlo fue: si pude hacer esto, puedo hacer lo que sea.
En realidad, muy pocas veces cuando las
mamás viajan solas con los niños hay ayuda. La gente ni se inmuta en ayudar y
mucho menos hay facilidades. Lo peor es que la gente alrededor en el avión te
mira fatal porque los niños lloran o porque les duele el oído. Hasta que uno es
padre de niños chicos entiende esta situación.
Espero que en ésta ocasión me vaya súper,
ya mi hija tiene 7 años y sólo viajo con ella. En esta ocasión debe ser bistec
de dos vueltas.
Recordemos siempre que nos vamos de viaje
con los niños llevar medicinas básicas para fiebre, vómitos, dolor o diarrea.
El Pediatra les puede dar la lista de medicamentos necesaria. Si tenemos bebés
pequeños es bueno darles algo de tomar durante el ascenso y el descenso del
avión para evitar lo mas posible el dolor de oído causado por el cambio de
presión. A los mayorcitos algo de comer o tomar les ayuda. Llevemos cuentos, libros de pintar o
video y películas para entretenerlos, los niños son niños y se desesperan por
estar sentados en el mismo lugar y no poder movilizarle durante cierta cantidad
de horas, bueno y nosotros también.
Ya les contaré mi travesía, pero estoy
segura que será otra historia.
GN
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