viernes, 4 de julio de 2014

¡Si hice eso, puedo hacer lo que sea!

Estoy preparando maletas para salir de viaje con mi hija mayor y tratando de que no se me quede nada, por lo menos las cosas esenciales y que no pueda conseguir en el otro país. Es sumamente importante hacer que los niños se sientan cómodos en el viaje para que no nos cueste tanto el mismo, sobre todo si vamos solos con ellos y sin ayuda.



Esto me hizo recordar que cuando mi hija mayor tenía 4 años y el del medio tenía un año me tocó viajar sola para encontrarme con mi esposo en nuestro destino. Sólo de pensar la travesía “se me paran los pelitos”.  Llevaba al bebé en una cangurera y a la niña en un cochecito, mas la maleta de mano y el bolso. Cuando nos registramos me dijeron que el vuelo estaba lleno y que la niña (de 4 años) iba en asiento separado. ¿Cómo así? Por más que trataba de explicarle al señor de la aerolínea que cómo iba a estar separada, me decía que no podía hacer nada y que tenía que pedirle al pasajero de al lado que me cambiara el asiento. Por supuesto que nadie se negó, pero por parte de la aerolínea era incomprensible.  Finalmente despegamos y la niña nunca se durmió y el bebé no lo quiso hacer ni un minuto y brincó sobre mí las 3 horas de vuelo, ya que por ser menos de 2 años no tenía asiento. Y ni hablar de las idas al baño del avión con ambos niños, cambiar al bebé en plena turbulencia es una historia aparte. En verdad compadecí al señor que se sentó justo al lado. 



Al bajar del avión sólo había una fila en migración para extranjeros y quedamos de últimos, sin coche ni cangurera porque me las quitaron al subir al avión para enviarlas por carga. Los 2 niños corrían por toda migración, hasta que se acercó una señora del aeropuerto para preguntarme si necesitaba ayuda, ¡claro que necesitaba ayuda! Necesitaba mi coche y mi cangurera que estaba dentro. La amable señora me los consiguió y acto seguido ambos niños se quedaron dormidos.  Ufff, ¡por fin!, cuando me dirigí a aduana me dijeron que tenía que sacar a la niña del coche y sacar al bebé, además de quitarle los zapatos, ¡en verdad casi lloro!, le dije a los señores que por favor me ayudaran, pero lo hicieron aunque de mala gana.  Ojalá todo terminara ahí, tenía que esperar las maletas. Así que era bebé cargado, niña en coche, bolso, maleta de mano y dos maletas.  ¡Quería llorar nuevamente!. Cómo pude me trasladé al otro extremo del aeropuerto donde me encontraría con mi esposo. Los pobres niños morían de hambre porque no me dejaron en esa época subir leche ni comida y la del avión no les gustó, así que encontré una máquina de burundangas y de eso se alimentaron hasta que llegó mi esposo. Lo primero que le dije antes de saludarlo fue: si pude hacer esto, puedo hacer lo que sea.



En realidad, muy pocas veces cuando las mamás viajan solas con los niños hay ayuda. La gente ni se inmuta en ayudar y mucho menos hay facilidades. Lo peor es que la gente alrededor en el avión te mira fatal porque los niños lloran o porque les duele el oído. Hasta que uno es padre de niños chicos entiende esta situación.



Espero que en ésta ocasión me vaya súper, ya mi hija tiene 7 años y sólo viajo con ella. En esta ocasión debe ser bistec de dos vueltas.



Recordemos siempre que nos vamos de viaje con los niños llevar medicinas básicas para fiebre, vómitos, dolor o diarrea. El Pediatra les puede dar la lista de medicamentos necesaria. Si tenemos bebés pequeños es bueno darles algo de tomar durante el ascenso y el descenso del avión para evitar lo mas posible el dolor de oído causado por el cambio de presión. A los mayorcitos algo de comer o tomar les ayuda. Llevemos cuentos, libros de pintar o video y películas para entretenerlos, los niños son niños y se desesperan por estar sentados en el mismo lugar y no poder movilizarle durante cierta cantidad de horas, bueno y nosotros también.



Ya les contaré mi travesía, pero estoy segura que será otra historia.


GN

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