viernes, 11 de julio de 2014

La vida no es un juego del mundial

Luego que mi hija se preparó casi un año para su competencia de ballet en la Academia a la cual asiste, llegó el tan esperado día. Realmente mi hija de 7 años es una personita que maneja muy bien el estrés y responde rápido a los retos, pero también es algo competitiva y sumamente sentimental. Luego que terminó su presentación esperaba ansiosamente la premiación donde se le dan medallas a todas las niñas que compiten y el tipo de medalla es de acuerdo a la puntuación, es decir que pueden haber varias medallas del mismo rango para varias competidoras. En realidad, como mamá me sentí sumamente orgullosa de su desempeño. Yo estaba feliz de verla bailando por primera vez solita en un escenario.

Luego de la premiación, mi hija bajó del escenario desconsolada porque quería obtener una medalla con un rango más alto de la cual le dieron. Ella no podía  parar de llorar, a pesar que le repetía una y otra vez que no importaba la medalla que le dieran, para mami ella siempre va a ser la mejor bailarina del mundo entero. ¡Que va! Ella estaba sumamente triste y parecía decepcionada de ella misma, lo cual me partía el alma. Para acabar, otra niña le dijo que su medalla era mejor que la de ella, asumo que la niña estaba orgullosa de la medalla que había ganado, ¿comprensible no?

En esta época muchos padres piensan que la vida es muy competitiva y que se debe buscar ganar en todos los aspectos y ser el primero para obtener lo mejor, y que la acción de competir prepara los niños para enfrentar la vida, pero no es cierto. Lo importante es preparar a nuestros hijos para que puedan desenvolverse cómodamente y siempre acompañándolos en las intensas vivencias de sus victorias, pero también en las derrotas.  Nos corresponde ayudarlos a aumentar su tolerancia a las frustraciones, a aceptar un no o una derrota,  a expresar emociones lo cual los beneficiará para encarar su vida más fácilmente ante cualquier reto.

Algunos estudios con niños de escuela primaria, han evaluado la cooperación versus la competición. Algunos de ellos señalan que quienes tienen mayor éxito en la vida personal no son, generalmente, los mejores de la clase o en el deporte, pero sí aquellos que establecen relaciones sólidas, los que comprenden la importancia de trabajar en equipo, los son capaces de motivarse aún en situaciones difíciles y pueden demorar la gratificación.
Los niños nacen con una disposición que les permite interactuar con el medio que les rodea. Por medio de estas interacciones viven experiencias significativas y reorganizadoras gracias a las cuales van adquiriendo capacidades y conocimientos, asumiendo diferentes actitudes frente a sus experiencias y los sucesos de su entorno.

Las competencias en la primera infancia permiten que los niños logren tener un conocimiento de sí mismos, de su entorno físico y social, lo que formará la base y estructura para los aprendizajes posteriores y para su enriquecimiento personal y social.

Tenemos que enseñarle a los niños a ser buenos competidores, enseñarles que es bueno ganar, pero que si no se gana lo que ellos esperan no pasa como en los partidos de fútbol del mundial, que si no ganas te vas para la casa derrotado. Al contrario, ganas muchas cosas, como conocimientos, experiencias, amistades y ganas de seguir luchando por lo que uno quiere.
Los niños pequeños no saben cómo manejar y procesar esta información y estas experiencias, la mayoría de los niños se guían por lo que les decimos nosotros los padres.  Mi chiquita, en teoría, ya está más tranquila. Me repite varias veces que sí, que ya sabe que lo importante fue que se divirtió bailando y ya está clarita que para mami, ella siempre será la mejor bailarina de ballet del mundo entero.

GN

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