viernes, 30 de octubre de 2015

Exceso de voltaje en los aires...



¡ Me tocó irme de vacaciones ! Yuuuupiiiii 

Todo iba bien hasta que me tuve que sentar con mis dos hijos menores (el de 2 y el de 6 años) en una fila en el avión y mi señor esposo 15 filas más atrás con mi hija de 9 años. O sea que todo fue bien por 2-3 horas desde que salí de la casa hasta que abordamos el avión. 

Como mi hijo menor tiene 2 años y ya paga asiento, se supone que debía ir sentado en la silla  en el despegue y en el aterrizaje ¡misión imposible!
En el despegue y durante el ascenso lloró, fácil , 15 minutos continuos, hago la salvedad que acaba de pasar un resfriado así que asumí que era que le dolían los oídos a pesar de que bebió un poco de agua. Pobres pasajeros de al lado, pero en verdad no pude hacer nada.

A mi chiquitín no le dió la gana de probar la comida del avión, así que tuve que recurrir a unos chocolates que tenía en un compartimento secreto y con eso ingirió un par de calorías y no de las buenas. Tampoco le dio la gana de dormir y se desesperaba por periodos. El hermano quiso sentarse con él y se puso furioso por lo que salieron volando los chocolatitos decorando el piso de bolitas de colores y el refresco quedó vertido en la camisa del hermano por lo que tuve que cambiarle la ropa ahí mismo en el asiento para no tener que pasar por la odisea de ir al baño con los dos individuos. Cuando faltaban 20 minutos para aterrizar a mi pequeño retoño le cayó el sueño y quedó rendido encima mío, cuando el avión se alistaba para el aterrizaje pasa la señora aeromoza y me dice que si el niño tenía dos años tenía que sentarlo y no lo  podía llevar cargado ¡casi lloro! Le digo muy amablemente que que si era necesario, que en verdad se iba a despertar y estaba segura que no se iba a quedar sentado. Su respuesta fue: por favor siéntelo y póngale el cinturón de seguridad. Casi con la lagrimita desbordándose hago lo que me indicó la señora y efectivamente la criatura se despertó, desorientado y empezó el llanto. Está vez se duplicó en intensidad si lo comparaba con el ascenso, el niño casi que parecía estar poseído por una fuerza sobrenatural, lloraba, gritaba y pataleaba sin querer estar sentado. Se calmó como 5 minutos después del aterrizaje y estuvimos 20 minutos mas en pista. Pero finalmente habíamos llegado al destino. 

Viajar con niños puede ser una gran experiencia pero depende del punto de vista que lo veamos. Deberían existir aviones equipados para hacerle el viaje más placentero a los niños y por supuesto mas fácil a los padres que los acompañan, por lo menos en los destinos en los cuales siempre viajan niños diaramente. Pero como siempre digo: no es malo soñar. Y que ni me pregunten cómo considera usted que fue la experiencia del vuelo en la aerolínea. Preferiría no contestar porque no sería objetiva.  Menos mal que ya iba mentalizaba y al subir al avión desconecté mi chip de preocupación por el buen comportamiento de los niños y las molestias que esto puede ocasionar a terceros porque si no ese chip se hubiese quemado por cortocircuitos y exceso de voltaje.

Ya les contaré el regreso...

GN


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