viernes, 14 de agosto de 2015

Aprendimos mas de la verdadera felicidad...



Hoy vi un video que me impactó, trataba sobre  lo que siente una madre cuando se hace mamá en el primer año del bebé. Me sentí identificada.

Cuando nuestros niños cumplen años, también cumplimos nosotras como madres. Al ser mamá por primera vez, miles o mejor dicho, millones de dudas vienen a nuestra cabeza y a nuestra mente. Nos entra la interrogante si lo que estamos haciendo con nuestro retoño es lo correcto y en realidad es normal que nos ocurra esto. No tenemos porque saberlo, es nuestra primera experiencia como madres. Cuidar por ratos largos o cortos al hijo de otra persona no es lo mismo que cuidar al de uno.

Que si le estoy sacando los gases bien, que si le doy comida con grumos y se atora, que si lo pongo en el piso a que trate de gatear y se resbala y se golpea entonces, que si llora mucho y le hace daño, que si lo cargo mucho es malo, que si  me quedo dormida y no lo escucho llorar en la noche, que si  me voy a trabajar no me va a querer, que si me voy de viaje me va a olvidar, que si lo vienen a visitar y se enferma, etcétera, etcétera.

Nace en nosotras un escudo protector inmediatamente, no queremos que nada malo les pase, no queremos verlo sufrir y ni siquiera llorar, mucho menos verlo enfermo. Solo al primer esbozo de una sonrisa el corazón se nos derrite, las primeras carcajadas probablemente no se nos olviden y cuando dicen mamá nos sentimos orgullosas.

Lo que sí está claro es que nuestro instinto maternal se desarrolla, la mayoría de las veces sabemos qué es lo que está bien y qué no, nuestro corazón tiene más capacidad de amar a otra persona, hace que conozcamos uno de los sentimientos más puros de amar de forma distinta a otro ser.

Cada sufrimiento suyo es el nuestro también, cada sonrisa con alegra el alma, cada enfermedad nos la parte. El primer año es sumamente difícil y qué decir de los primeros tres meses. Aunque no volvamos a dormir igual, aunque no volvamos a tener la misma vida, aunque no tengamos muchas veces el mismo cuerpo, a la mayoría de nosotras nos encanta habernos convertido en madres. La relación con nuestros hijos en este periodo es especial.

Debemos disfrutar cada momento aunque estemos realmente extenuadas, aunque los llantos a veces nos roben la calma, aunque queramos salir a pasear y no tengamos con quien dejar a la criatura, aunque cambiamos un pañal y a los 5 minutos haya que cambiarlo de vuelta.
Los hijos son maravillosos, por supuesto que insisto en que no es fácil pero siempre valdrá la pena el sacrificio. ¿no creen?

Tal como dice la canción...fue un día como cualquiera, nunca olvidaré la fecha, algo mágico pasó,  tu presencia me atrapó, tú me cambiaste la vida,  desde que llegaste a mi, eres el sol que ilumina todo mi existir, así sin decirnos nada con una simple mirada comenzaba nuestro amor, eres un sueño perfecto.

Por supuesto que el sueño es perfecto en conjunto y como un todo, en el día a día hay momentos de malos sueños y hasta pesadillas cuando estamos agotadas y extenuadas o sin saber qué hacer en determinado momento o con un berrinche en público, pero un sueño que vale la pena tener. O por lo menos así pienso yo, además que son una de mis personas favoritas...y siempre así será.


GN

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