jueves, 11 de diciembre de 2014

Mami, ¿te ayudo?

El domingo pasado estaba en casa con mis tres hijos, una tiene 8 años y los varones tienen 5 y 1 año. Era uno de esos días en que los niños corren por toda la casa, pelean por cosas sin importancia, gritan y hablan a la vez que el bebé llora. Cuando decía algo entonces nadie me hacía caso porque cada uno estaba liado en lo suyo y el bebé por su parte sacaba todas las ollas en la cocina. Fue entonces, como una mamá cualquiera, se me salió la "mamá monstruo" que llevo dentro y grité: "¿por qué nadie me hace caso cuando hablo?".  Mi hijo de 5 años se paró en seco, se me quedó mirando y me dijo: por qué dices eso?, no grites mami. Le contesté que porque estoy hablando hace rato y ninguno me hace caso. Se me queda viendo con cara del gato con botas de Shrek y me dice dulcemente: mami, ¿en qué te puedo ayudar?. Le respondí: levanta los platos de la mesa y llévalos por favor al fregador. Acto seguido agarró su platito y su vaso, los llevó donde le indiqué y me dijo con una gran sonrisa: listo mami, ¿algo mas en que te pueda ayudar?

Por supuesto que luego de su gesto se me pasó el mal humor, le di un abrazo y le agradecí su actuar.

La mayoría de los padres le gritamos a los niños en algún momento. Sabemos que si elevamos el tono de voz en una situación determinada puede causar el efecto que deseamos pero si esto es constante, el niño se acostumbrará, los gritos no tendrán el efecto que pretendemos y pasaremos de ejercer la autoridad con los hijos al autoritarismo. Además, el uso constante de los gritos puede conllevar al deterioro de la autoestima del niño, no se sentirá valorado o querido por nosotros los padres y pueden convertirse en niños rebeldes que constantemente nos desafíen.

Los padres somos el ejemplo para nuestros pequeños, si tenemos una conducta agresiva causamos un impacto directo sobre los niños, incluso pueden adoptar esta conducta agresiva y se acostumbrarán a gritar.  Luego se comportarán igual con los amigos, conocidos o incluso contra nosotros mismos.

Siempre trato de no gritar en casa, la mayoría de las veces lo logro, pero en ciertas ocasiones como ese domingo simplemente los gritos fluyen sin pensarlo. Ese día el que me dio una lección fue mi hijo y me hizo recapacitar que no ganaba nada gritando en casa sino que lograba ofuscarme mas.

Si tenemos un mal día o nuestros hijos llevan portándose mal un buen rato tratemos de buscar la solución de manera pasiva. Igual pienso que uno que otro grito de vez en cuando no causa ningún efecto y seguramente la mayoría de los padres necesitamos gritar una que otra vez. Solo tratemos que no sea todo el día y cada vez que regañemos a nuestros hijos.


GN

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