jueves, 21 de enero de 2016

Naturaleza materna



No puedo dormir en los aviones, nunca he podido y cuando empiezas a viajar con hijos menos. En esta ocasión viajo con mi esposito y en vez de aprovechar dormir como todo el resto del avión, no puedo, no logro conciliar el sueño. Creo que solamente estamos despiertos los sobrecargos, una que otra persona que pasa al baño, la chica que se sienta a mi lado y yo, eso en un avión de 350 personas lo considero 3 gatos sonámbulos en horas de madrugada y aún faltan 7 horas de vuelo. Será un viaje eternamente largo. 

Estando despierta, casi en meditación, he podido pensar en todo, pero mis pensamientos siempre terminan con algún aspecto de mis hijos. Ya los tres deben estar dormidos de seguro. Mi hija debe estar agotada porque tenía ensayo de ballet hasta tarde, de seguro el del medio peleó con ella porque le acapara la televisión jugando videojuegos y el de dos años al estar en los terribles dos se la pasa molestándolos o tratando de poner sus reglas que nadie le entiende porque no habla muy claro.

¿Por qué las mamás seremos así? Tenemos tiempo para nosotras, aunque sea para pensar o dormir y pensamos en nuestros hijos. Creo que eso es inevitable. Entonces como el avión se mueve mucho porque pasamos por turbulencias pienso que puede que no los vea mas y se me estruja el alma. Ahí es cuando "pienso en voz alta" que se vayan esos pensamientos malos, ¿por qué pensamos esas cosas? No quiero hacer falta en la vida de mis hijos, dicen que nadie es indispensable en esta vida pero mis papás si eran indispensables para mí, me da tristeza aquellos niños que crecen sin sus padres, aunque alguien puede llenar su lugar debe ser sumamente difícil.

Para acabar el señor de atrás es como muy alto, parece no caber en el espacio y me tiene la espalda desbaratada, ya no se ni como arreglarme. Me hubiese tomado aunque sea una pastillita para vómitos que como efecto secundario da sueño y hubiese sido caso resuelto.

Lo peor es que me estaba orinando y cuando llego al baño el señor sobrecargo me pregunta si no he visto que la luz de abrocharse los cinturones está encendida, a lo que respondí que no, no me he dado cuenta pero es que no voy a aguantar las ganas y me ordena que me siente inmediatamente. Casi lloro, de verdad me estaba orinando y me encontraba en la puerta del baño. Dicen que en la puerta del horno se quema el pan pero este pan se iba era a mojar, me hubiese traido un pañal de hijo menor y caso resuelto. 

El asunto es que hubo turbulencia 3 horas seguidas por lo que no me dejaron levantarme y ya cuando iba cayendo en los brazos de morfeo encendieron las luces porque iban a dar desayuno cuando para mí eran las 2 am.  Odio las turbulencias, pensé en todo y todos, le dejé arreglada para siempre la vida a mis hijos en mis pensamientos, creo que los extraño. Casi todas, por no decir todas las mamás somos iguales, nuestros hijos nos cambian la vida y nuestra forma de pensar.

Ya los llamaré al llegar...es mi naturaleza.


GN

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