viernes, 2 de junio de 2017

La maternidad me persigue

Cuando voy a un congreso de Medicina siempre me pongo feliz, pero una parte de mi corazón se alegra porque son esos días en los cuales puedo dormir más del promedio diario, sin interrupciones, en silencio y con las almohadas deliciosas de los hoteles.

Estoy en un bello país de Suramérica, el vuelo desde mi tierrita calientita y húmera dura 6 horas, cuando el día antes del viaje realizaba el "web checking", me percaté que el puesto número 5 y del pasillo del avión estaba vacío, sin pensarlo cambié mi asiento casi al lado del baño por este tentador puesto. Al entrar me siento cómodamente esperando que llegaran los vecinos de los asientos de al lado, en eso aparecen un señor muy alto junto a su hijo de aproximadamente 5 años. Solo pensé: ojalá esta criatura duerma mucho y no le de dolor en los oídos, acto seguido me invadió un remordimiento de conciencia por pensar esas cosas si se supone que al ser mamá de tres y pediatra debo tener alta tolerancia a los niños. El pequeño infante se acomodó en su silla al lado mío y notaba algo nervioso, se movía de aquí para allá y prácticamente recostado sobre mi hombro. Su padre le hablaba en un idioma que yo no comprendía. Tanto se movía la criatura que el sobrecargo amablemente me ofreció cambiarme de asiento, así que le contesté que apenas despegaba aceptaba el nuevo asiento. Hubo un despegue perfecto, el papá le ofreció unas galletitas que quedaron hasta en su cabeza y cuando volteo a ver al papá ya se encontraba dormido. Le pregunté al niño si quería ver una película pero obviamente no me comprendía, así que decidí colocarle una película de niños, fue como si le hubiese puesto el botón de "off" a aquella personita de ojos con mirada profunda. Al acabar la película el niño me miraba como diciéndome algo, así que decidí colocarle otra pues, en eso despierta el padre, y al ver que su hijo veía la pantalla me hacía señas, yo pensando que me iba a regañar y lo que quería era que le pusiera película a él también. Trajeron la comida y aquella criatura se comió hasta el último pedacito de pasta que había en el plato y cayó profundamente rendido. Cuando despertó faltaban aún 2 horas y media para aterrizar, así que le puse la tercera película, en esta casi que quedaba en mi regazo de la meneadera que tenía, hasta el papel de migración tuve que llenar porque no comprendían el idioma, ahí me di cuenta que eran de Haití. Hay que darle mérito al papá que viajó solo con su hijo, si dijo 10 palabras en 6 horas fue mucho, se comió toda la comida y fue solamente una vez al baño. 

Analizando la situación ese niñito de la mirada bonita se portó excelente, no quiero ni compararlo con los míos. No dormí ni un segundo, casi que cuidé en todo el vuelo al niño, las mamás, no se si todas, tenemos como la maternidad al flote en ciertas circunstancias.

Al ir saliendo del aeropuerto vi cuando una señora que parecía ser la mamá del niñito, lo abrazaba y besaba, y mis ojos nublados de lágrimas como la misma boba.

A veces debo comprender que no me de o meter en lo que no me incumbe, pero creo que no le hice daño a nadie y quedó como anécdota, nunca me cambié de puesto, así que...

GN

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