viernes, 27 de mayo de 2016

El sereno anda suelto, cuidado



Quién no ha escuchado: “no agarres sereno que te vas a resfriar”, es que “me cayó sereno” y me enfermé, tápale la cabeza al bebé para que no le “pegue el sereno”. Escuchar esto es sumamente común en Latinoamérica y son creencias que han ido de generación en generación. Que les diré yo sobre cuántas veces he escuchado esto y no quieren saber la cara que me ponen algunas abuelas cuando digo que el sereno no existe.

¿Saben qué es el sereno realmente?

En el siglo XVIII el Sereno era el encargado nocturno de vigilar las calles y regular que las mismas estuviesen alumbradas e incluso de abrir las puertas de las casas.

En algunas épocas y países, los Serenos también solían anunciar la hora y las variaciones del clima.  Era habitual que estuvieran armados con un garrote y también usaran un silbato para dar la alarma en caso necesario. Era obligación de los serenos recorrer las calles que tenían encargadas cuidar para proteger de robos y posibles asaltos de malhechores, de evitar las peleas (incluso las domésticas); dar aviso de incendios y prestar auxilio a todo aquel que lo necesitara. En algunas ciudades se llamaban unos a otros por medio del silbato que llevaban o voceando contraseñas. Por eso se ha transmitido de generación en generación: cuidado con el sereno. O sea que era casi casi como el Cuco, según mi parecer, porque escuchamos de él y nadie lo ve. Ya esta profesión desapareció, así que nunca los volveremos a ver, pero seguiremos escuchando de él.

Si en realidad el sereno cuidaba a las personas, ¿por qué quedaron estas creencias? Pues como todo, va quedando. Lo que si está bien descrito científicamente es que cuando hace frío o baja la temperatura a nuestro alrededor tenemos mayor posibilidad de contagiarnos de gripe porque ciertos virus que la causan se replican más rápido y porque el sistema inmune no reacciona con igual fuerza que cuando estamos calientitos. Ya sabemos de donde vienen la insistencia de nuetsras mamás y abuelas de abrigarnos bien para salir de casa “al sereno”.

Yo crecí con el sereno fuera de mi casa todas las noches, creo que mis hijos no tienen ni idea qué es el sereno, mejor les voy advirtiendo para que estén preparados qué contestar cuando les hablen de él. Con que estén bien tapaditos también se protegerán del fantasma silencioso que nos ha dejado la creencia.

Así que se acordarán de mí cuando les digan que el sereno anda rondando, no huyan, abriguense bien y convivamos con él; claro está si quieren.

GN

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