jueves, 3 de abril de 2014

¡No nos arrepentimos...!

Cuando mi hija cumplió un año y 10 meses inició la escuelita. Ella estaba feliz, se adaptó muy bien y aprendió muchas cosas nuevas. Así como hizo nuevos amigos y obtuvo nuevos conocimientos, conoció qué era estar resfriada "eternamente". Se curaba una o dos semanas y luego otro resfriado, así continuó hasta que los resfriados cada vez se prolongaban más, le dio sinusitis múltiples veces, empezó a roncar como un viejo (con el perdón de los abuelitos), y le costaba conciliar el sueño por la congestión y el grado de adenoiditis que tenía. Las otitis media a repetición eran cuestión de todos los meses y los antibióticos en varias ocasiones no funcionaron. Los oídos estaban llenos de líquido e incluso hablaba más alto de lo normal. La pobre siempre tenía una toallita en la mano para limpiarse los mocos. Si no mejoraba con el último tratamiento, había que operarla (era crónica de una muerte anunciada). Ya tenía 3 años, así que estuvimos casi 2 años con mocos y con muchas ausencias en la escuelita.

Decidir operar a los niños con adeno faringoamigdalitis crónica debe ser una determinación tomada en conjunto con el pediatra y el otorrinolaringólogo, la cirugía debe estar bien indicada. El problema de la adenoamigdalitis crónica es que puede llevar a alteraciones en el crecimiento y desarrollo, alteraciones en la audición; además existe relación con el crecimiento de las amígdalas y las adenoides con la apnea obstructiva del sueño, la cual no es una enfermedad sólo del adulto. La apea del sueño se manifiesta porque el menor deja de respirar al estar dormido, ocasionando despertares frecuentes durante la noche con sensación de ahogo y se ha asociado con un gran número de secuelas como retraso en el crecimiento, problemas pulmonares, problemas cardíacos, y en algunos casos el síndrome de muerte súbita del infante.

Mi hija tenía la mayoría de los síntomas y los tratamientos médicos (no quirúrgicos) ya no funcionaban. Sabíamos que había que operarla. Mi esposo (que también es médico pero de otra especialidad) tomó la decisión y junto con el otorrinolaringólogo se programó la fecha de la cirugía. 

El día de la cirugía "morí" de la angustia, aunque lo hemos visto muchas veces, sólo pensar que mi chiquitita pasaba por un momento estresante me partía el alma y eso que tanto el cirujano, el anestesiólogo y el pediatra estaban con ella y eran amigos nuestros.  Es inevitable pensar lo peor y se empeora el estado de nervios sabiendo las posibles complicaciones de la cirugía (como sangrados postquirúrgicos) que aunque sean infrecuentes, igual angustia dan. La cirugía fue un éxito (como dicen en las películas), las adenoides obstruían casi en su totalidad  la vía aérea (por eso los ronquidos) y las amigdalas eran mas grandes que dos mamones. A los oídos le colocaron tubos de ventilación para drenar el líquido que tenían. 

Al llegar a casa, la pobre no quería ni hablar, se me achurró el corazón cuando me preguntó: "Mami, ¿por qué me robaron mi voz? Ya que la voz era un tanto distinta. No quiso hablar por 48 h y para que mi hija no hable por ese tiempo es porque la cosa está grave. En el post operatorio no quiso ni tomar líquidos, se deshidrató y cuando decidí decirle que ibamos para el hospital a que la hidrataran con venoclisis puso de su parte e inició a tomar liquidos hasta rehidratarse.

Ya tiene 7 años mi chiquitita, si luego de la cirugía le ha dado 3 ocasiones fiebre a causa de resfriados es mucho, ha tomado una sóla vez antibióticos y los resfriados se han curado en 3-5 días. 

Tomar la decisión no fue fácil, aunque sabíamos que era lo mejor para ella. Nos cuesta mucho decidir asuntos que incluyan pasar ratos desagradables y sobretodo si involucran a nuestros hijos. No pensar en cosas negativas nos cuesta mucho, pero si ponemos las cosas en una balanza y nos armamos de fortaleza puede ayudar mucho. Nosotros no nos arrepentimos para nada.

GN






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