jueves, 5 de junio de 2014

¿Y ahora qué hago?

Después de meses esperando su llegada y tratando de tener todo listo para cuando naciera,  llegó mi chiquita un octubre de hace hace 7 años.  Cuando una mujer está embarazada mucha gente le dice: prepárate para no dormir, los hijos te cambian la vida, tienes que tener ayuda, ya no vas a poder salir como antes. Algunas pensamos que es puro cuento y otras entran en periodos de estrés. Pero independientemente de lo que pensemos, creo que ninguna mamá primeriza se imagina que todo eso es cierto y va mucho más allá, además que está requete demostrado que nadie aprende en cabeza ajena.

Cuando nace el o la primogénita empieza lo bueno, sólo que en el hospital entre la visitadera  de gente, los recordatorios y la celebración de los papás con los amigos, se disipa un poco el estrés que a la mayoría de las mamás nos embarga.

Aprovecho el espacio para comentar que en Panamá hay una costumbre, cuando nacen los bebés, de prácticamente una fiesta hospitalaria de 2-3 días (el tiempo que la mamá esté en el hospital). Como mamá, lo he vivido 3 veces. Lo que la mayoría de la gente no se percata, es que las mamás estamos agotadas; entre el estrés, las hormonas, el bebé en la habitación, la lactancia materna y la atención a las  visitas, el cansancio es real.  Si sólo fuera la gente 5 minutos a visitar, pero hay personas que se quedan horas en el hospital, no precisamente en silencio. Yo entiendo perfectamente que la mayorías de las visitas lo hacen de buena fe, pero resulta sumamente incómodo para una mamá primeriza dar pecho (y tener la teta fuera) y tener que estar atendiendo visitas o simplemente aguantarse que la gente se quede mirando. En verdad es terrible, lo que muchas mamás hacen es simplemente no dar pecho y eso está muy mal. Sin mentirles, yo he ido a pasar la visita y cuando entro a la habitación está el bebé y fácil entre 20 y hasta 40 personas en una habitación, el escándalo se escucha hasta en los pasillos y en otras habitaciones donde hay gente enferma. Sería bueno pensar en esto y por qué con las familias extranjeras no pasa esta situación.

Regresando al tema, cuando salimos del hospital y llegamos a casa...por lo menos yo, puse a la bebé en la cuna y pensé ¿y ahora?...creo que nunca imaginé cómo cambia la vida el primer hijo. Empezó la trasnochadera, el cansancio estaba al nivel máximo, tanto físico como mental, las ganas de llorar sin razón se presentaban a cualquier hora y así sucesivamente.

Yo siempre dije que podía regresar a trabajar un par de semanas después, pero bueno, de poder se puede, pero de querer no estoy segura. Por lo menos yo no quería. Y la mayoría de las mamás de pacientes que veo en la consulta no lo quieren hacer. Muchas llaman varias veces a la casa a ver si todo va bien, otras cruzan la ciudad a la hora del almuerzo para corroborar que de verdad todo está bien.

Cuando veo a los bebés en la cita de los 7 días, las mamás tienen cara de agotadas, están ojerosas y realmente cansadas. Siempre trato de darles ánimo, si el bebé está perfecto (que son la mayoría) les digo que van bien y que lo están haciendo excelente. No se sí sirva de algo, pero a mí me hubiese gustado escucharlo. Lo que sí está claro es que poco a poco vamos sabiendo qué hacer y nos adaptamos a la nueva rutina, manejamos todo con extraordinario control. Mirar al bebé a los ojos y ver la ternura que hay en ellos nos reconforta y es casi nuestra recompensa. El cansancio se va evaporando o no se si es que forma parte de nuestras vidas. Puede ser que los padres no comprendan eso del todo, pero muchos colaboran en el proceso. Menos mal que el ¿qué hago ahora? se transforma en ¡hay que hacer!


GN

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